Muchos de mis clientes tienen grandes deseos de avanzar hacia la exposición y venta de servicios y productos en los medios digitales. Aún aquellos que manufacturan productos en procesos fabriles y maquinados, se encuentran interesados en ser percibidos como entidades que operan bajo estándares digitales: inmediatez y omnipresencia.

Gran parte de ellos, debido a las reformas políticas de competencia y apertura de sus países, “han tenido” que empezar a hacerlo a gran velocidad buscando publicidad y difusión de su esfuerzo. Sin embargo, todos ellos han iniciado la construcción de este proceso “de afuera hacia dentro” en vez de “al revés”.

Siempre me han llamado la atención los “sets” cinematográficos de los “westerns” americanos. En especial me refiero a esas “fachadas de madera” que daban a la calle principal del pueblo vaquero. Por detrás, no eran éstas mas que tablas sostenidas por palos. Vistas de frente, daban la sensación de edificios con contenido. Justo así pasa con estas empresas e instituciones privadas y de gobierno: fachadas simulando edificios modernos con rimbombantes nombres alusivos a sus funciones digitales y hasta adjudicándose etiquetas de “Clase Mundial” cuando en el interior, su operación, sigue siendo decimonónica. Como lo ejemplifican páginas y servicios en “web” sin destino o función de servicio real ya que, por detrás, no existen los motores o éstos no son los adecuados para dar satisfacción alguna.

La transformación de las empresas e instituciones tiene forzosamente que venir desde dentro de la organización. Como las cebollas, cada capa se encuentra sostenida por la capa interior previa. Capa a capa hasta llegar a la superficie, van dando sentido a la forma y razón de ser de este vegetal.

En la base de toda empresa o institución se encuentran tres elementos fundamentales: PERSONAS, HERRAMIENTAS y PROCESOS donde “las personas” o el Recurso Humano, son el cimiento para la operación. Sí éste opera con estructuras administrativas anticuadas, los resultados que se tratan de proyectar con una fachada de modernidad, tarde o temprano, se desmoronan. Cualquier empresa puede adquirir, si tiene capital, herramientas y hasta desarrollar o emular procesos, sin embargo, no todas se enfocan a modernizar y -sobre todo- liberar a su Recurso Humano de ataduras corporativas atávicas e instituciones sindicales anacrónicas entrampadas en procesos obsoletos para la protección de las prebendas de sus líderes.

En un artículo reciente del “New York Times”, se mencionaba la curiosa práctica llevada al cabo en la oficina corporativa en Seattle USA, de la tienda on-line “Amazon”. Los asociados (o empleados, como dirían las empresas del pasado) podían -bajo ciertas mínimas restricciones- llevar a sus mascotas a la oficina. Esta lectura me llevo a pensar en otras empresas del oeste norteamericano y del norte europeo cuyo Recurso Humano, según había leído, gozaba de condiciones de trabajo orientadas a la creatividad, la búsqueda de la felicidad, el logro de la realización personal todo… como medio para la realización de la tarea. En estas empresas, los procesos organizativos y jerárquicos, respondían a formatos años luz de aquellos acuñados desde el nacimiento de “La Era Industrial” (que aún persisten en tantas empresas de hoy). Estos procesos se encontraban diseñados del cliente hacia la empresa beneficiando estructuras abiertas con jerarquías casi inexistentes beneficiando la toma de decisión independiente. Por otro lado, muchas de estas compañías e instituciones posibilitaban el cumplimiento remoto del trabajo, los horarios diferenciados o parciales y la posibilidad del cuidado de los hijos incluyendo hasta los de cuatro patas. Los ambientes físicos de trabajo tipo campus: amplios, iluminados, libres de muros y abiertos a la naturaleza circundante, a diferencia de los cerrados búnkers plagados de pequeñas mini fortificaciones donde -aún- reinan (aunque le llaman supervisión) los anacrónicos jefes de departamento o división en las antiguas empresas.

No es complicado, el Recurso Humano debe de estar tan al día (o más) como los productos o servicios ofertados por una entidad productiva o institución social privada o pública de hoy. Sólo así es posible crear valor para el cliente, el accionista, el colaborador y… competir internacionalmente. ¡No es tan complicado!.