La realidad de SanCor, la segunda compañía láctea argentina, es crítica. Sus dificultades económicas vienen de hace años, y estallaron a principios de 2017, cuando dejó de pagar a sus empleados y cerró un par de plantas en el interior del país. Sólo un subsidio del Estado logro pausar, por ahora, el cierre final.
En ese marco, tres compañías lácteas internacionales están interesadas en la empresa argentina. Una mexicana, una neozelandesa y una francesa.
Fonterra (Nueva Zelanda) es la que más posibilidades tiene, según Iprofesional. Es la primera exportadora mundial de leche y la cuarta productora del planeta. Sus dueños conforman una cooperativa donde los dueños son 12 mil tamberos, algo similar a SanCor, que también es una cooperativa.
De acuerdo con lo que dice el medio argentino, habría siete auditores de Fonterra revisando los números de SanCor para decidir una compra “que sería presentada como una asociación entre cooperativistas”.
En SanCor, por el contrario, negaron la auditoría y dijeron extraoficialmente que también hay tratativas con la mexicana Lala y la gigante francesa Lactalis, que según Statista factura US$ 20 mil millones anuales. Esta compañía maneja marcas como Parmalat, Lactel y Celia.
Un botín de oro
SanCor es un extraño caso para el análisis. Según el ranking Brand Footprint, el estudio de Kantar Worldpanel que identifica las marcas de consumo masivo más elegidas en cada país, la láctea Sancor está en la tercera posición entre todas las argentinas, sólo detrás de Coca-Cola y La Serenísima.
En realidad, la disputa es porque nadie se quiere hacer cargo de la compañía, ni se sus deudas con los tamberos ni de sus empleados. Sin embargo, la marca “rankea” muy bien y seguramente esto será excelentemente aprovechado por quien tome el mando de la empresa con base en la cuenca lechera argentina. En definitiva, comprar Sancor (marca), sin comprar Sancor (empresa) es el escenario que esperan los probables compradores.