Por ahora es un porcentaje menor, pero crece cada día más y lo interesante es que no son solo las personas sino también las marcas, las que se preguntan si vale la pena mantenerse conectados en todo momento.
El turismo digital-free, las comidas o reuniones sin celulares en la mesa son algunas de las tendencias más fuertes. Incluso entre los más jóvenes son muy valoradas las ventajas de usar el “modo avión” en sus celulares mientras estudian.
Pasamos del FOMO (Fear Of Missing Out o miedo a perdernos algo) al JOMO (Joy Of Missing Out o la alegría de desconectarse) porque las personas están sintiendo que las promesas que asociaban a la conexión como la de tener mayor libertad y capacidad de relacionarse con los demás no están sucediendo literalmente así, al contrario. A esto se suma que la hiperconexión permanente tiende a borrar los límites entre nuestra vida personal y profesional.
Sin embargo, salir del scroll infinito y la sobreabundancia digital es complejo sobre todo porque hay una realidad y es que es muy difícil sostener a nivel socioeconómico el hecho de estar desconectado. El trabajo, la educación y numerosas actividades de la vida cotidiana, hoy por hoy, se llevan adelante anclados a una necesaria conectividad.
En este sentido, la investigadora argentina Mora Matassi, plantea que es necesario preguntarse si esta necesidad de desconexión permanente que manifiestan las personas es una moda, una excepcionalidad o un problema. Es decir, por un lado, plantea que “no estar conectado a Internet aparece como un problema que debería ser resuelto desde el punto de vista del desarrollo”; por el otro la desconexión se presenta “como algo que va a tender a ser más común en distintos grupos sociales. Hasta se está construyendo en una moda (…)” y, finalmente, “la desconexión aparece como deseable, del lado de la productividad, felicidad, calma, incluso (…)una forma de autocuidado”.
Pero, en definitiva, lo que es claro es que los usuarios están llegando a un punto de quiebre en su consumo digital que se da justamente porque la conexión a toda hora y en todo lugar genera una sensación de saturación y frente a ello comienza a ganar lugar una dinámica en la que para estar on es cada vez más necesario estar off. Como se dice por ahí: “No hay wifi, hablen entre ustedes”.
Al respecto de esta clásica frase que suele verse generalmente en bares y restaurantes, dice Matassi, que pone de manifiesto “el carácter moralizante que tienen los discursos de desconexión ‘te estás portando mal, tenés que portarte bien’ y portarse bien es hablar con el otro y no conectarse”.
Lo cierto es que el debate sobre conexión versus desconexión y su impacto en la vida de las personas ya está abierto, pero como bien dice Matassi “vivimos en un entorno digital. Somos seres sociales y lo social sucede en lo digital”. Entonces ¿Qué pasa si nos desconectamos?