Este miércoles transcurre el último día del mercado de fichajes invernal en las principales ligas del mundo, dentro de la cual ya se han generado noticias importantes, ejemplo de ello es la llegada de Pierre-Emerick Aubameyang al Arsenal proveniente del Borussia Dortmund a cambio de, según la prensa inglesa, se trata de 56 millones de libras esterlinas, es decir, 79.2 millones de dólares, con lo que, se convirtió en el jugador más caro de la English Premier League.
En la víspera, se habían dado otros movimientos que sorprendieron por su alto costo más que por el nombre o trayectoria del futbolista, incluido Coutinho en su traspaso al Barcelona, cuyo fichaje estaría valuado en 160 millones de euros, según rumores de prensa, según trascendidos de prensa, hasta el movimiento de Alexis Sánchez al Manchester United por 40 millones.
Este tipo de movimientos, aunados a los que se llevaron a cabo durante el inicio de la actual temporada, nos muestran también una tendencia, la cual no tiene nada que ver con los jugadores, las plantillas ni los resultados, sino con el poder económico que puede tener una institución deportiva detrás de los hombres o nombres que adquiere.
No hablamos de una liga en especial, sino de un comportamiento que poco a poco comienza a llegar a diversos territorios, en un inicio el mercado asiático se hizo presente con el derroche de ceros, ya que no solo adquirió a jugadores sino que también compró equipos, China por ejemplo, tiene presencia en España con el Valencia o el Espanyol.
Por su parte, el medio oriente tardó poco en hacer evidente su fortaleza económica, de igual forma miró al viejo continente para manifestar su poderío.
Este descontrol, que no sólo infla los precios de los jugadores, también puede representar un riesgo para las instituciones deportivas ya que las elevadas apuestas, los circos mediáticos en presentaciones y la viralidad que logran en redes sociales, no sirven de nada si no se consiguen títulos, vaya sino participan en los máximos escenarios.
Aunque temprano para afirmarlo, un ejemplo de lo inflado del mercado es el propio Neymar, su estancia en París no ha sido tranquila desde su llegada, a la presión deportiva que tiene, se le añaden declaraciones de un presunto arrepentimiento por cambiar de aires; además de la constante nota sobre arreglos con el Madrid.
No resulta sencillo tener embajadores de marca para un equipo que como tal, no son los máximos representantes de un deporte, ya que en caso de no lograr los objetivos, las críticas y el abandonó del aficionado, resultarán contraproducentes a las finanzas de los equipos.