En entrevista que concedió recientemente a NBC News, Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos de América, aseguró que tanto México como Canadá reciben un subsidio, por lo que, consideró, deben convertirse en un “estado” más que se integre a Estados Unidos. Luego de las declaraciones del magnate, la presidente Claudia Sheinbaum se apresuró a aclarar que México es un país libre e independiente. Aseguró que se defenderá la soberanía mexicana.
Este hecho regresó a los medios informativos el concepto de soberanía. Más allá de los lugares comunes como el patriotismo, la defensa del interés supremo de la Nación, la supremacía de la Carta Magna, que en la práctica sólo sirven para llenar espacio en los aburridos discursos oficiales, vale la pena analizar cómo estos gastados términos, en especial la soberanía, al respetarse escrupulosamente, aportan algún beneficio al ciudadano común, que oye hablar de ellos y en muchos casos no tiene idea de su significado, importancia y -por lo mismo- de qué ocurriría si se perdieran. Por ejemplo, para las mayorías, el significado de la frase “más si osare un extraño enemigo”, incluida en una de una de las estrofas del Himno Nacional Mexicano, quiere decir que Masiosare es un extraño enemigo. Ni se dan por enterados que por la arenga de la presidente tendrán que convertirse en soldados en el caso de que un extraño enemigo profane con su planta el suelo de México, lo cual ocurrió recientemente para llevarse a dos capos que se paseaban impunemente por el territorio nacional. En ese caso pasó inadvertida la violación a la tan nombrada y alabada “soberanía nacional”.
La RAE dice que la soberanía “es la autoridad suprema del poder público. En una democracia, la soberanía la ejercen los representantes del pueblo”
El discurso oficial dice que el primer objetivo del Estado mexicano es defender y fortalecer la soberanía y que el pueblo ejerce su soberanía a través de los Poderes de la Unión y los de los Estados. Enfatiza que la soberanía es el poder supremo que tiene un Estado, nación o pueblo para decidir sobre sus asuntos internos y externos. Se caracteriza por ser absoluta, perpetua, indivisible, inalienable e imprescriptible. Que se ejerce de diferentes maneras, como:
Construir y reconocer intereses propios
Proponerse metas colectivas
Defender lo que a los ciudadanos atañe
Promover el lugar de México en el mundo
Preservar la integridad del territorio
Asegurar la vigencia del Estado de Derecho
Definir objetivos propios de desarrollo
Promoverlos en el país y en el extranjero
Fortalecer la identidad y la cultura
La soberanía se refiere al ejercicio de la autoridad en un cierto territorio. Esta autoridad recae en el pueblo, aunque la gente no realiza un ejercicio directo de la misma, sino que delega dicho poder en sus representantes. Significa independencia, es decir, un poder con competencia total. Consiste en asegurar la capacidad de los mexicanos para tomar libremente decisiones políticas en el interior, con independencia del exterior. La soberanía no reconoce en el país poder superior al del Estado ni poder exterior al que se subordine.
Tristemente, la mayoría de los políticos mexicanos no comprenden este concepto ni la importancia de la responsabilidad que tienen en sus espaldas para salvaguardar la soberanía nacional, más allá de incluir esta palabra -que no el significado de ella- en sus huecos discursos. Para que un país sea soberano debe tener viabilidad como nación, visión de futuro; prepararse para un mañana retador y altamente competido.
En la práctica, a Juan Pueblo la soberanía nacional sólo le sirve para gritar vivas en el Zócalo en la noche del 15 de septiembre y para hacer arengas patrioteras ataviado con un sombrero de paja decorado con una leyenda prosaica y retadora
Por ahora estamos conformándonos con sacar el agua a cubetadas para que no se hunda el barco. Más de la mitad del presupuesto gubernamental del próximo año se destinará a programas sociales y pago de deudas. ¿Qué estamos haciendo para evitar que el convertirse en el “estado 52” sea aspiracional?