Estimado lector, sin conocerlo, le voy a dar un dato sobre su hijo o hija (si lo tiene, por supuesto) que seguramente le va a sorprender: al momento de llegar a la adolescencia ya tendrá en promedio de 13 mil fotos y/o videos publicados en línea. Es decir, habrá más de una decena de mil imágenes de cada uno de ellos navegando en la inmensidad del ciberespacio, con los riesgos que ello implica.

Esto se debe al denominado sharenting, término anglosajón que es una combinación de las palabras share (compartir) y parenting (crianza), y se refiere a la práctica habitual de compartir en redes sociales imágenes o videos de los hijos. Desde la ecografía del pequeño, el bautizo, las primeras vacaciones, viaje a la playa, el primer diente, cientos de situaciones que deseamos guardar para la posteridad, como recuerdos para los portarretratos de la sala de estar; el problema es que los portarretratos de la actualidad suelen ser los post de Instagram o Facebook.

Nosotros crecimos con la idea de que estos recuerdos, así fueran digitales, quedaban en familia. Pero con el uso extendido de las redes sociales, esa inocente imagen de nuestro pequeño en un día de parque va creando su huella digital, misma que puede acarrear una serie de peligros para su integridad reciente y futura.

Y esta práctica no se re refiere únicamente al hecho de compartir imágenes en la web, sino incluso a compartir información sobre la crianza de los pequeños en la redes. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Michigan, más de la mitad de las madres y un tercio de los padres discuten sobre la crianza y salud de sus hijos en los medios sociales.

Esto se traduce que, en muchos casos, incluso antes de que un niño aprenda a hablar ya tiene una identidad creada por sus padres en la red. El mencionado estudio también arrojó que el 70% de los padres utilizan las redes sociales para buscar consejos de otros padres más experimentados.

La consecuencia para los pequeños en este caso es que en el momento que alguien busque información en línea sobre ellos, se podrían topar con que tenía problemas para dormir, mojaba la cama o las matemáticas no eran su fuerte. Se va construyendo una identidad digital sobre la cual ellos no tienen ningún tipo de control; y si nos vamos a las imágenes, se podría llegar al extremo de que una foto de niño colgada sin su consentimiento pueda dañar su reputación después de los 20 años.

Además de la falta de privacidad, otros peligros del sharenting, son la apertura de la puerta al cyberbullying, aumento en la posibilidad de fraude, grooming y pedofilia.

Compartir una foto en Facebook puede parecer un acto inocente, pero las consecuencias de ese acto, especialmente de cara a nuestros hijos, es un aspecto que debemos cuidar en la actualidad. En estos días se habla mucho de responsabilidad afectiva, quizás el concepto de responsabilidad digital lo debamos explorar mucho más antes de subir una foto de nuestros hijos a Instagram.