Esta semana medité acerca de cómo vivimos en la actualidad y hasta dónde la publicidad y las plataformas de redes sociales hacen posible que la realidad sea más un planteamiento que ellos hacen a una construcción atribuida a nosotros.
Ciertamente, existe una percepción que cada individuo apropia y como entes colectivos subrayamos lo más importante. Pero, ¿cuánto de verdad existe en esta ficción de la realidad en que vivimos?
El filósofo suizo Alain de Botton en su conferencia “Ateísmo 2.0” (impartida el 9 de Noviembre del 2013 en el congreso “La ciudad de las ideas, Puebla 2013”), sostiene que un hito importante en la existencia son los Mass Media porque ellos fomentan mucha de nuestra educación cultural.
Fuimos educados a través de anuncios publicitarios, telenovelas, radionovelas, lenguaje e ideología impuesta; sin embargo, este hecho no significa que la identidad de la persona se modifique en su totalidad, ya que el libre albedrío nos separa de los dogmas y nos identifica como seres.
Habría que razonar hasta dónde los Mass Media emiten señales de verosimilitud. En este sentido, el escritor Paul Auster menciona: “¿Es posible que cuanta más libertad tenemos los artistas para decir cosas, peor sea el régimen en el que vivimos?” (publicado en la revista Rolling Stone. “En casa de Paul Auster: ‘Hace unos meses me compré una tumba’).
Cuando leí el comentario del escritor neoyorquino, pensé en cuánto tiene de razón. La libertad periodística y la opinión de la ciudadanía tiene resonancia, pero sólo hasta donde se permite; es decir, no porque seamos un país “libre” en donde expresemos nuestras ideas, el sistema es democrático.
¿No sería esta realidad un régimen más atroz que una dictadura distópica?, ¿no es la realidad sólo una ficción en donde más de la población del país vive en pobreza extrema y el que la riqueza se reparte en una oligarquía? Da mucho qué pensar.
La realidad indica que visitamos la ficción a cada instante. Dispositivos móviles, Inteligencia Artificial, Machine learning, programática especializada, algoritmos de Amazon, Google y Facebook que identifican qué haces, dónde estás, qué comes.
Las acciones cotidianas, más que envolvernos en una empatía generosa, nos mueven a esferas en donde la unidad es asunto de una utopía. Tomás Moro no concebiría una sociedad como la actual porque ha superado a las anteriores, no por su excelencia sino por su desencanto.
La ciudad ideal, de la que habló en su novela Utopía, ahora es para nosotros un modelo de maqueta histórica, cargada por elementos mercadológicos que contienen mensajes donde la misiva es “compra, todo lo puedes tener”.
¿Alguna vez se han puesto a pensar hasta qué punto evolucionará le tecnología?, ¿qué influencia tendrá en los humanos?, ¿qué modelos de conciencia impondrá en nuestras conductas? Estas situaciones están ya en nuestras vidas, sobre todo en las grandes ciudades.
La necesidad del ajetreo en el trabajo, las grandes distancias que se reducen a segundos gracias al internet y la telefonía celular, las comidas rápidas que hacen “más rápidos” los tiempos en los cuales se consumen los alimentos, etc., todas estas razones están indiscutiblemente vigentes; sin embargo, como tales circunstancias tienen sus aspectos positivos también tiene los negativos.
¿Seremos una novela perfecta en donde la ficción estará compuesta por millones de personas, que serán como personajes ausentes y en donde los grandes protagonistas son la publicidad y los mensajes inolvidables que se graban en nuestra mente? Lo veremos en algunos años.