Pero la historia no se queda ahí. A la empresa de Corea del Sur como que le agarro el gustito por andar espantando a la gente, así que se atrevió a probarlo de nuevo. Ahora no es un terror tan “de película” y visceral como el caso del elevador desarmable; es más un terror psicológico y dentro de un lugar también limitado y donde de cierta manera, sobre todo los hombres, estamos de cierta manera indefensos en una situación tan normal y desde un ángulo muy especial: en un baño público y enfrente de un mingitorio.
En este caso, ya preparados con sensores de movimiento, y con unos videos también pregrabados como la vez anterior, ya no con animación, sino con modelos reales y los mismos monitores de alta definición para demostrar su alta calidad de imagen, tan real, que también espantaban. Y aquí también había un público cautivo, nada más que con un lugar mucho más reducido y con menos oportunidad de “escapar” (por decirlo de alguna manera).
Ahora, frente a diferentes personas que tenían que hacer lo propio cuando entran a hacer “pipí” a un baño (si los lectores me permiten el término), se encuentran frente a pantallas publicitarias, que aquí en México las podemos encontrar en algunos baños públicos (si no es que vemos alguno con un cartel impreso, una primera plana de alguna sección de periódico o, si ya entramos a algún baño de mala muerte, de dudosa reputación, o de gasolinera, nos encontraremos con un dibujo más grosero que un chofer de “pesero”).
Pero regresando al tema del proyecto de la empresa de electrónica, me dijo “el primo del sobrino de un amigo” que muchos hombres tienen ciertos problemas en el baño para hacer lo que se tiene que hacer frente a un mingitorio cuando alguien está mirando. ¿Inseguridad? ¿Falta de privacidad? ¿No nos gusta que nos vean mientras estamos en un momento de profunda reflexión? Ahí radica la prueba de este nuevo ejercicio de LG: ¿qué tan real puede ser la imagen que aparece enfrente (de hecho, a centímetros de la cara) como para poder luchar contra el miedo escénico frente a la mirada de dos extrañas? Muy guapas, pero no dejan de ser personas que son unas desconocidas y que les están observando en esa situación tan comprometida. ¿Podrán terminar de hacer lo que fueron a hacer? ¿Cuánto tiempo tardarán? ¿Abortarán la misión?
Estas pantallas, originalmente “ vestidas” con anuncios de un Hot Dog Jumbo, otro para preguntarte si estas protegido y otro más que te invita a que amplíes tus horizontes (nunca mejor puestos), de repente se rompen frente a los desprevenidos individuos que ya se habían acomodado con la propiedad necesaria, para dejar ver que del otro lado aparecen dos bellas mujeres que los están observando detenidamente, se asoman, se dicen secretos entre ellas y que parece que se están refiriendo al pobre individuo que trata de concentrarse en “hacer lo suyo” mientras ellas continúan en su actividad voyerista e inclusive señalando alguna característica de lo que están “observando” de manera sensual y detenida. Para bien o para mal.
Diferentes reacciones surgen en los incautos: primero, espantados por lo que se les aparece enfrente, y de manera tan sorpresiva, en un momento tan incómodo. Después, curiosos y cautivados por lo que están observando, y, finalmente, aceptando que no les queda otra más que esforzarse en hacer a lo que iban (si es que lo logran).
Frente a ellos se abrió una ventana y lo único que separa a las modelos y al hombre en cuestión, es un vidrio que alguno de ellos llega a tocar con la esperanza de sentir el calor humano de una de las modelos. Uno de ellos inclusive espera que la modelo le conteste para darle su número telefónico.
Este test físico-psicológico comprueba que el tiempo en que se quedan “congelados” puede durar en promedio 16 segundos y un 26 por ciento de los que reciben esta broma desisten de su tarea.
Pero más allá de eso, comprueba que la imagen que se ve en el monitor es tan real como la vida misma, y que, aunque sea un video como cualquier otro, puede generar las respuestas tan variadas y cómicas que aparecen en este “candid camera” al más puro estilo de ese tipo de programas que siempre agarran descuidado al incauto.
De remate, también, ¿y por qué no?, aparece la imagen en alguna de las pantallas, de un hombre barbudo y fornido, (un “Oso”, como se les conoce) que también practica la observación oportuna de la misma manera que las dos modelos anteriores. En fin, para todos los gustos hay.
Hasta el momento en que esto se escribe, y pasados algunos días de estar subido en la red, ya tiene casi medio millón de visitas. Veremos si puede desbancar a la primera versión del año pasado.
Este video también se aprovecha, como el anterior, para ser difundido a través de las redes sociales y generar la viralidad que está tan de moda en la actualidad y que no está tan bien aplicada por todos los que la practican. He ahí la diferencia, no por usar You tube o cualquier otra red social, se garantiza que tendremos éxito en el boca a boca de nuestro mensaje. La clave está en el contenido del mensaje, que sea significativo y que deje “marca” en los consumidores sobre las ventajas o beneficios que ofrece el producto. Sobre todo ahora que existe tal saturación de videos que se comparten y que su obsolescencia es tan duradera como la misma moda.
La competencia que tienen las marcas y productos que quieren utilizar este tipo de plataformas es rápida y voraz. Al mismo tiempo, se tienen que enfrentar no solo a otras empresas o marcas de su categoría, sino que también tienen que medir sus fuerzas frente a otros grandes distractores en la red, como puede ser un “cantante” de moda como Peter Anguila, La tigresa del oriente o La Colibritany.
Que sea tan real que me dé miedo. O alegría, enojo, empatía, tristeza, en fin, cualquier emoción que otros medios no están provocando, o que les cuesta más trabajo poder llegar a ello.
Eso le da a la campaña una mayor autenticidad. Gracias a las reacciones físicas y psicológicas que si motivan al consumidor, porque están viendo algo diferente, que marca contraste, y por ello, es memorable.
Chequen este segundo video en el siguiente link:
Esta campaña se la debemos a la agencia de publicidad holandesa “Superheroes”, fincada en Amsterdam.