El fin de semana México fue sede de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el presidente Andrés Manuel López Obrador, calificó la reunión como muy positiva; celebró que junto con 25 ministros de toda la región comieron antojitos mexicanos mientras su esposa la doctora Beatriz Gutiérrez Müller habló de la historia de Palacio Nacional.
El presidente mexicano tiene la utópica visión bolivariana de crear una especie de Unión Europea en la región latinoamericana: “Es tiempo de sustituir la política de bloqueos y malos tratos por la opción de respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América sin vulnerar nuestra soberana”, pero sus palabras, los pambazos y las quesadillas no sustituyen los intereses de las naciones, sus complejas relaciones y, sobre todo, el ojo estadounidense que todo lo ve y no olvida.
Y es que durante la reunión el presidente de Venezuela (el que reconoce México), Nicolás Maduro, se enfrentó con los mandatarios de Paraguay y Uruguay, quienes cuestionaron su legitimidad democrática, también fue cuestionado el presidente cubano Miguel Diaz-Canel quien sólo atinó a decir “desconocen la realidad de Cuba”.
Por otro lado, el presidente de China, Xi Jinping, envió un mensaje de apoyo en el que responsabilizó al grupo de mandatarios latinoamericanos de tener “un rol importante en el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la región”, es decir, uno de los principales antagonistas de Estados Unidos ve con buenos ojos la reunión mientras que el país norteamericano brilló por su ausencia. Eso enciende una señal de alerta y no es cosa menor quedar mal con el primer socio comercial.
La Celac apuesta por una integración latinoamericana sin la custodia de Estados Unidos, excelente caldo de cultivo para López Obrador quien quiere ser recordado como el nuevo Bolívar aunque en el camino esperemos que no pierda lo que ya es seguro y ha costado tanto: una relación, al menos de respeto mutuo con Estados Unidos.
Además, más allá del liderazgo que pretende ostentar el presidente López Obrador, su comunicación debería de ser mucho más cercana al realidad política y diplomática, y no dar por sentado que, enmarcado por los antojitos mexicanos, todo va bien. Los mensajes en las mañaneras, en su Twitter, deberían de ir de las mano con la complejidad que acompaña la causa y dar a cada quien su lugar.