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Carlos Bonilla

La pĆ©rdida del rigor y la reputaciĆ³n de las empresas

En la interacciĆ³n con el cliente el personal de mostrador, el vigilante o el conductor de un programa televisivo son representantes de la empresa y con su conducta se va a juzgar a la misma.
CARLOS BONILLA
Licenciado en Periodismo y ComunicaciĆ³n Colectiva por la UNAM y Maestro en Relaciones PĆŗblicas por el CADEC, distinguido como Maestro EmĆ©rito. Es autor y coautor de libros sobre relaciones pĆŗblicas y comunicaciĆ³n empresarial. Fue electo ā€œEl Publirrelacionista del AƱo 2013ā€. Preside el Consejo Consultivo de la Red Mundial de ComunicaciĆ³n Organizacional

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SegĆŗn la Real Academia de la Lengua EspaƱola, el rigor describe la rigidez o firmeza en el trato o en el cumplimiento de ciertas normas; o bien la propiedad, exactitud o precisiĆ³n en la realizaciĆ³n de algo.

La bĆŗsqueda de esa definiciĆ³n partiĆ³ de la observaciĆ³n de la forma en que ese rigor se ha perdido en la mayorĆ­a de las actividades con las cuales tenemos contacto cotidiano.

Tal vez los lectores han sido testigos de alguna de las siguientes situaciones:

En un mensaje que se transmite en la radio, de la autorĆ­a del INE se menciona que para un trĆ”mite ā€œse requiere un comprobante de domicilio recienteā€, cuando lo correcto serĆ­a solicitar un comprobante reciente de domicilio, porque lo que se pide es que el comprobante sea de reciente expediciĆ³n y no que sea de un domicilio reciente.

El conductor de un prestigiado noticiario se refiriĆ³ al ā€œcincuenta y un por ciento de los votosā€, cuando debiĆ³ decir el cincuenta y uno por ciento, ya que se refiere al numero cincuenta y uno. Que yo sepa no existe el un por ciento, sino el uno por ciento.

Los conductores de algunos noticiarios de la televisiĆ³n se presentaban en pantalla, durante la pandemia del COVID 19, sin corbata, porque el uso de dicha prenda fue proscrito porque se asumĆ­a que en ella podrĆ­a alojarse el virus. No conformes con ello, ahora varios conductores ahora se presentan en pantalla ataviados con jeans u otras prendas, que parecen mĆ”s propias para dormir o para ejercitarse, con el pretexto de que quieren empatizar con las nuevas audiencias. El colmo es que los comentaristas de programas deportivos lucen trajes formales complementĆ”ndolos con zapatos tenis, en aberrante combinaciĆ³n que no viene al caso. ĀæO es que requieren el uso de zapatos deportivos para hablar sobre deportes?

Los textos que aparecĆ­an en las pantallas de televisiĆ³n eran impecables. Ahora no es remoto encontrar faltas ortogrĆ”ficas o de sintaxis.

En la visita a alguna persona que se encuentra dentro de un edificio, es menester pasar por los inefables filtros de seguridad, con complicados procedimientos para conceder el acceso, los cuales acaparan la atenciĆ³n de los policĆ­as, convertidos ahora en recepcionistas, guardapaquetes, tramitadores de salvoconducto para visitantes, viene-vienes o hacedores de otras tareas que los distraen de la que deberĆ­a ser su prioridad: garantizar la seguridad del inmueble y de sus ocupantes.

En los centros comerciales tenemos que esperar a que los vendedores se dignen a atendernos despuĆ©s de concluir su llamada o el envĆ­o de un mensaje en su telĆ©fono mĆ³vil. Cuando conseguimos su atenciĆ³n hacen un gesto de reclamo porque osamos interrumpirlos en su comunicaciĆ³n o en la grotesca charla que tenĆ­an con otro de sus compaƱeros de trabajo. Huelga referirse a la mayorĆ­a del personal de oficinas pĆŗblicas, porque el gesto de fastidio se convierte en regaƱo.

En las eternas llamadas a los call center, luego de pasar por infinidad de filtros, cuando tiene uno la suerte de hablar con un ser humano resulta que si es un reclamo y el empleado no estĆ” de humor, lamentablemente ā€œse corta la comunicaciĆ³nā€ luego de horas perdidas en esas eternas llamadas.

Estos son los ejemplos que vienen a mi mente sin el menor esfuerzo. La reflexiĆ³n que comparto es sobre la pĆ©rdida generalizada del rigor con el que deberĆ­an llevarse a cabo las tareas, especialmente en personas que tienen contacto con clientes en las Ć”reas de venta o de servicio.

Las consecuencias de conductas como las descritas no paran en un reclamo o en que evadamos a aquella persona en nuestra prĆ³xima visita a esa tienda o servicio. El proceder de esas personas deteriora la reputaciĆ³n de las empresas o dependencias que representan. En el momento en que atienden o prestan un servicio a clientes actuales o potenciales estĆ”n representando a la empresa y quienes acuden a solicitar informaciĆ³n o demandar algĆŗn servicio de la empresa, personifican a la empresa, el producto o servicio en quien estĆ” a cargo de proporcionarlo.

En la interacciĆ³n con el cliente el personal de mostrador, el vigilante o el conductor de un programa televisivo son representantes de la empresa y con su conducta se va a juzgar a la misma. De allĆ­ la importancia de la capacitaciĆ³n del personal y de seƱalar en ella la importancia de seguir los protocolos establecidos, con el debido rigor, pues con su actitud van a calificar a la empresa. Los protocolos de servicio y de indumentaria son bĆ”sicos para transmitir los mensajes de formalidad, respeto al cliente y afĆ”n de servicio para detectar y satisfacer las necesidades de clientes actuales y potenciales, que es el camino para aportar a la construcciĆ³n y preservaciĆ³n de la reputaciĆ³n de la empresa, el intangible mĆ”s valioso.

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