En unos cuantos años — aproximadamente de la Segunda Guerra Mundial a nuestros días—, el mundo dejó de ser exclusivamente un conjunto de Estados, de países con relaciones separables y con objetivos nacionales. Emergió la sociedad global, que ostenta al mercado-mundo como una de sus expresiones más visibles, y con ello describía el nuevo escenario internacional contemporáneo. sobrevino una ruptura de las nociones económicas, políticas y culturales convencionales. La nueva realidad, que parecía ineludible, se abrió paso con gran velocidad y llegó a las postrimerías del siglo con gran impulso y ritmo de expansión. Era la globalización o mundialización, que impactó los diversos aspectos de la vida social del fin de siglo.
Como si hubiese empequeñecido, el orbe se vio atravesado por bienes, servicios y modos de ser y actuar procedentes de las más diversas latitudes geográficas, en lo que constituyó un hecho histórico de grandes magnitudes. Pareciera no haber espacios inmunes al impacto de la globalización: desde las formas de intercambio comercial hasta las maneras de hacer y de pensar.
Sin embargo, este fenómeno que se antojaba irreversible, que fuera clave para entender los últimos 25 años de la historia mundial, está en riesgo de transformarse radicalmente, con motivo de la pandemia del Coronavirus, con los peligros que ello conlleva.
Aunque, como dice Jonty Bloom, periodista de la BBC, cualquier historiador económico puede hablar de cómo durante siglos -si no milenios- las personas han estado comerciando a través de grandes distancias (basta con fijarse en el lucrativo comercio de especias en la Edad Media), la globalización actual es diferente por la escala y la rapidez del intercambio internacional, que en las últimas décadas explotó a niveles sin precedentes.
Facilidades para viajar, internet, el fin de la Guerra Fría, acuerdos comerciales y economías desarrollándose con rapidez, se han combinado para crear un sistema que es más interdependiente que nunca antes. Es por eso que el brote del nuevo coronavirus ha tenido tan inmediatos y abrumadores efectos económicos en todo el mundo.
El profesor Beata Javorcik, economista en jefe del Banco Europea para la Reconstrucción y el Desarrollo le dijo a la BBC que el ritmo de cambio en la economía en los últimos 17 años ha sido muy profundo: “estamos frente a una crisis generalizada del capitalismo democrático mundial y del no democrático, como el de China”, afirmó.
“Cuando pensamos en la epidemia de Sars de 2003, China constituía el 4% de la producción global”, recuerda. “Ahora China constituye el 16%, cuatro veces más. Eso significa que lo que sea que ocurra en ese país afecta mucho más al mundo”.
Por su parte, Ian Goldin, profesor de globalización y desarrollo en la Universidad de Oxford, dice que en los últimos años se ha permitido que los riesgos se propaguen. “Son el lado oculto de la globalización”.
Eso, agrega, se puede ver no solo en esta crisis, sino en la económica de 2008 y le vulnerabilidad de internet a los ciberataques. “El nuevo sistema económico mundial brinda enormes beneficios, pero también implica riesgos enormes”.
La pandemia afectará las cadenas de producción localizadas en diferentes países.
Richard Portes, profesor de economía en la London Business School, dijo a la BBC que es obvio que algunas cosas tendrán que cambiar, porque tanto las personas como las compañías se han dado cuenta de la dimensión de los riesgos que han venido tomando. “Mire el intercambio comercial. Una vez que las cadenas de suministro fueron interrumpidas (por el coronavirus), las personas empezaron a buscar por fuentes alternativas en casa, incluso si eran más costosas”, dijo. “Si las personas encuentran proveedores domésticos, se quedarán con ellos, precisamente por esos riesgos que ahora perciben”, agregó-
Jonty Bloom considera que no se dará marcha atrás en la globalización, pues es un desarrollo económico “demasiado importante”, pero augura que puede ralentizarse. La gran pregunta -apunta- es si aprenderemos las lecciones de esta crisis; y remata: “¿aprenderemos a identificar, controlar y regular los riesgos que parecen ser inherentes a la globalización? Porque la cooperación y el liderazgo necesarios para que ocurra no parecen abundar en estos momentos”.