El poder de la palabra es un tema que siempre abordo de una u otra manera en esta columna. Ahora, los recientes hechos en Texas me han recordado las palabras de Joseph Goebbels, jefe de propaganda del Tercer Reich: «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». La palabra tiene un poder descomunal, sobre todo cuando viene de un líder de opinión poderoso, gran comunicador y lo escuchan personas desinformadas, sin memoria histórica y de dudosa educación.
Conversando con mi muy admirada amiga, Patricia Torres Maya, comunicóloga y especialista consultor en comunicaciones de mercadotecnia, hablábamos justamente del poder de la palabra, saqué el tema de los “Fifis”, de cómo esta palabra discriminatoria para nombrar a los “ricos” puede exacerbar los ánimos con la constante repetición y generar, por decir lo menos, división entre nosotros. También hablábamos de Texas, de cómo se ha sembrado el odio hacia el mexicano del otro lado de la frontera. Patricia comenta que tanto nuestro presidente como el de Estados Unidos “…son grandes comunicadores, saben tocar las fibras correctas…” y lo son, estoy de acuerdo con ella, “…incluso su lenguaje no verbal está de acuerdo con su discurso y al igual que un buen slogan toma las calles, las terminologías de estos dirigentes las han tomado…” tiene razón, me canso ganso que la tiene.
En el caso de Trump, repetir que los mexicanos somos asesinos, violadores, ladrones, terroristas, ha persuadido a miles de sus ‘súbditos’ a actuar inconscientemente –1984 de George Orwell–. No dejo de subrayar que en situaciones como ésta de Texas, influyen el grado de desinformación y sobre todo de educación de quienes lo escuchan. “¿Cuántos norteamericanos conocen –preguntaba Patricia– la historia de ambas naciones, los vínculos que nos unen?” Pienso que nadie se detiene a pensar en ello, a conocer si de verdad somos o no como dice Trump.
A estas personas que nos odian ni les importa ni saben que los mexicanos siempre han estado allá, la que se movió fue la línea fronteriza, no se cruzaron el río, sencillamente quedaron del otro lado. Tal vez ni sepan del Programa Bracero –que comenzó en 1942 y terminó en 1964–, acuerdo bilateral en el que Estados Unidos nos pidió trabajadores que llegaron contratados legal y temporalmente durante la Segunda Guerra Mundial para trabajar en el campo, sus hombres estaban el la industria bélica. Por este convenio, en veintidós años cruzaron cerca de cuatro millones y medio de trabajadores al territorio vecino.
Quienes reaccionan todos los días a las “mil veces” que Tremp ha dicho lo despreciables y peligrosos que somos los mexicanos, son y seguirán siendo campo fértil donde se siembra y crece fácilmente el odio.
El poder de la palabra logra, sin duda, que las personas realicen acciones de cualquier tipo, sí, repetir, repetir y repetir es el método para persuadir. Así se siembra el odio, un sentimiento que ciega, es impulsivo, arrasa y divide. “Fabrica enemigos” y estos son asesinados en un centro comercial.
Cuidemos a las palabras y ellas cuidarán de nuestra sociedad.
Gracias por leer. Hasta el próximo miércoles.