Hay tan pocas buenas historias allá afuera. Al final, todos queremos escuchar una buena historia, algo que nos mantenga entretenidos. Ya sea verdadera o una ficción. La clave es saber cómo contar bien las cosas. Por más sofisticada que quieras construir a tu marca, no puedes dejar de contarle buenas historias a tus clientes y entorno. Sólo así mantendrás su atención y entregarás tu contenido. Así entrarás a un recursivo e interminable diálogo con la fórmula perfecta para transmitir información y contenido relevante.
¿Cómo contar una buena historia?
Primero tienes que saber qué quieres decir, por qué lo quieres decir y cuándo quieres decirlo. Ya una vez que exista esta análisis, lo que sigue es comunicarlo de forma efectiva, casual y emotiva. Existen muchas formas de cautivar a las audiencias, la fórmula que yo refiero es la estructura periodística que alguna vez en una comida tequilera me enseñó una gran editora. Lo que no se conoce, lo que no se recuerda y lo que no se entiende. Si generas contenido con base en estos tres principios, seguro atraerás la atención de los hiper-lectores, ¿Por qué? Muy sencillo, los humanos siempre queremos saber y nos causa interés estos tres aspectos de las cosas. Un ejemplo muy claro es la serie de Luis Miguel en Netflix y su rotundo éxito, ¿Por qué últimamente tanta gente espera los domingos por la noche para ver el siguiente capítulo? Porque tiene todos estos tres aspectos sobre lo que antes era la hermética vida del cantante latinoamericano. La vida de Luis Miguel -El fundador e icono de la tribu urbana de los mirreyes- era mantenida en secreto hasta hace poco tiempo, pero ahora con su bioserie, la audiencia sabe lo que antes no sabía, entiende lo que antes no entendía y recuerda lo que ya no recordaba.
El proceso de contar algo de interés
Todo es una trama, un drama y un melodrama. Y los contadores de historias están siempre presentes desde todos los tiempos. Desde los clásicos que comenzaron a escribir historia hace cuatro mil años que existe la escritura, hasta los contemporáneos que no inventan nada, que tan sólo con la fórmula de los clásicos re inventan las historias de los que antes nos ensañaron a narrar bien.
Enfócate en un inicio que enganche, que ambiente y ayuda al lector a entender cómo son lo protagonistas, el contexto, los personajes y las marcas.
El nudo es el clímax, el conflicto y lo que engancha en la historia a las audiencias. Sin nudo, no hay contenido. No habrá conflicto que provoque interés de los otros para saber cómo terminará tu historia.
El desenlace es el final de cómo termina la historia. Es cuando dejas de apretar la historia y liberas. Y culmina lo que en un principio empezó.
Si las marcas continúan contando buenas historias a sus clientes. Los mantendría unidos, leales y comprometidos con los intereses de la marca y con la identidad de los clientes.