5. Nunca renuncies enojado
En ocasiones actuamos impulsivamente, dejar un empleo en medio del enojo es una pésima estrategia. Buscar “chamba con chamba” es mucho más fácil que hacer el trabajo desempleado. Si algo te molestó dilo, pero elige fríamente el momento de salir que más convenga a tu crecimiento profesional, es increíble cuántas veces es tu mismo jefe (el que odias) quien consigue tu siguiente empleo. También vale la pena decir que no es deseable ser el que salió de la empresa en un berrinche, pasados los meses nadie recuerda por qué se enojó y sólo queda el mal sabor de boca.
6. No seas un coleccionador de empresas
Suena divertido cambiar de empleo cada 4 meses, pedir aumento en los primeros 90 días, entrevistarse en nuevas empresas con apenas unas semanas en el empleo actual y muchas otras prácticas poco éticas. No se confundan sólo perjudican la reputación. Tus jefes, subordinados o aliados en el futuro son tus compañeros actuales, si cambias de empresa cada 3 meses no habrá tiempo de construir esas relaciones. No se vale decir a tu jefe, aprendí mucho aquí y estoy muy agradecido si se renuncia a los 120 días. La empresa probablemente sobrevivirá a este tipo de acciones pero tu actual jefe y compañeros de trabajo jamás olvidarán que los dejaste plantados.
La mejor forma de renunciar a un trabajo es con transparencia y claridad, comunica por qué decidiste salir y trata de salvaguardar tu integridad, reputación y relaciones afectivas, si haces eso estarás del otro lado. Hay empleadores buenos y malos, lo mismo sucede con la contraparte. Lo único que recomiendo es no poner en tela de juicio la reputación personal. Es cierto que las empresas hoy contratan y te exigen presentarte al día siguiente, la pregunta que vale la pena hacer es, ¿qué pasó con la persona anterior? ¿la despidieron de una día a otro? Ten cuidado de no ir del horno al sartén. El mejor trabajo es el que te respeta desde un inicio y no te pone en una posición en la que hay que empeñar la imagen personal.