Por: Luis Miguel Martínez
Twitter: @lmuia
Hace poco en una cena, en uno de esos ejercicios que activan la mente cuando se esta rodeado de los placeres de la gastronomía, alguno de los asistentes comentaba de algo parecido a una máquina que te dejara ver el futuro. Así, un cuarteto digno de una incubadora tecnológica trata de resolver la pregunta ¿cómo posicionas y vendes una máquina para conocer el futuro?
El vendedor aseguraba al inversionista que la máquina no era importante, pero la idea de conocer el futuro si lo era, y que la gente la compraría. El científico, aseguraba que una máquina así era una maquina del tiempo y que eso no se podía fabricar aún. Y el administrador guardaba inteligente silencio, pues estas discusiones no se pueden administrar fácilmente.
Antes de las teorías de la relatividad, el viaje en el tiempo era un concepto algo más filosófico que físicamente posible. Como lo relata el Dr. Michio Kaku en su libro La Física de lo Imposible, “las ecuaciones de Einstein muestran que el viaje en el tiempo es posible. Sin embargo, esto no sucederá en cientos o miles de años desde ahora”.
En una mesa cercana un filósofo -que escuchó la conversación por casualidad- preguntaba abiertamente con una copa de vino del Priorat en la mano ¿para qué necesitamos al futuro? Y la respuesta la tendría Heissenberg y el célebre principio de la incertidumbre. El coqueteo de saber el “que va a pasar”, reduce la incertidumbre y nos permite planear el futuro -nos permite administrarlo.
De alguna forma, el marketing se beneficiaría de un conocimiento del futuro. Pero se enriquece más aún al saber aquello que el consumidor quiere desde la perspectiva propia. Así la máquina del futuro más bien sería el lector mental, tal como se muestra en la película “Lo que ellas quieren” con Mel Gibson.
Otra película, que nos deja ver los riesgos o beneficios de como administrar el futuro es “Volver al Futuro” pues un correcto manejo de las decisiones en el presente, aseguran un futuro próspero, a diferencia de otros escenarios como en Terminator donde la negligencia humana garantiza ese bienestar, pero a las máquinas.
En tanto la relación espacio-tiempo no cambie, el futuro es sólo un estado particular del presente. De ahí la posibilidad de alterarlo en el “aquí y ahora”. Desde esta perspectiva, la máquina del futuro, debería ser una máquina del presente. Tanto como un instrumento de reflexión del actuar cotidiano. Sin embargo, ¿es posible vender el futuro, desde el presente?
Ante la imposibilidad tecnológica actual de construir una máquina para conocer el futuro, tal como una bola de adivino, solo nos queda utilizar rudimentos como ésta, para conocer el presente y así vender el futuro como algo que esta pasando ahora. Tal vez, la máquina para conocer el futuro, permitiría construir escenarios para simular decisiones – tal como lo hace una computadora a cada nanosegundo – pero esta maravilla de la tecnología no es capaz de construir un panorama complejo si no hay un modelo matemático de por medio.
El futuro existe y es real, es más, en su momento sucederá, y el mejor camino para conocerlo es estudiándonos y conociendonos en el presente. ¿Cómo puedes vender una máquina del futuro? ¿Cómo diseñarías una campaña, para vender esta maquinaria imposible?
Conócete y ¡no te desconectes!
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