H.P. Lovecraft en la ficción El color surgido del espacio: “Las peras y las manzanas maduraban lentamente, y Nahum aseguraba que sus huertas tenían un aspecto más floreciente que nunca. La fruta crecía hasta alcanzar un tamaño fenomenal y un brillo musitado” la felicidad de Nahum dueño de ese pedazo de terreno, se vio ensombrecida cuando “aquella de opulenta presencia resultó incomible”.

La figura de la manzana en las historias de ficción se ha utilizado como antagonista y de algún modo se ha convertido en antihéroe de algunas narraciones. Este fruto adormecedor de Princesas, ha sido también la imagen y blanco de la soberbia de algunos arqueros y sus flechas en el bosque de Sherwood; este fruto podría ser en efecto el más conocido en la literatura, incluso una de las imágenes literarias más recurrentes.

El éxito de este elemento en los ambientes y atmósferas de los relatos transcurre entre lo bueno, lo suculento y lo prohibido. Tal vez, la diosa de la discordia sea la diosa con la mayor cantidad de citas directas e indirectas en nuestras charlas. Poco se ha dicho sobre de la “manzana dorada” origen de discusión en el Olimpo; ¿de qué tamaño es la identidad de una manzana? ¿Cómo medir la identidad de marca de un activo al que casi todos tenemos acceso?

En este espacio de tiempo en el que las inauguraciones y despegues enmadejan las conversaciones, aparece sin mostrarse el canasto con manzanas, y en ese preciso momento del caso la consciencia, y a través de esta, la virtud, deberá ser protagonista principal y transformarse en la antítesis de este fruto tentador, al que invariablemente se acude ya sea para corroborar la idea de su sabor o consistencia, o para construir un camino en forma de “Y”.

Esta bifurcación que vamos fabricando mediante posicionamientos que conducen a propósitos intangibles, caminos que pocas veces culminan en un destino específico, este precipicio lleno de vacíos al que vamos cayendo sin final. El origen de esta “Y” es a toda luz el producto de un solo pretérito, lo que en sí mismo aclara de modo gráfico la existencia de un pasado antropológico común (único).

Pocas cosas tan fulgurantes y explosivas en boca como el sabor de una manzana, resultan difíciles de descubrir como un crujido tan revitalizante en un solo mordisco. Quizá la tentación sufrida en el Edén adjudicada al sigilo mal intencionado de un reptil, ha sido la manera de colocar al fruto en el centro de nuestras mesas y discusiones.

Al menos H.P. Lovecraft en una de sus extraordinarias ficciones de terror, acompañó a la manzana con una pera mal oliente. Un poco de justicia, solo comparada con la reivindicación hecha por este ordenador y su fruto cercenado en el caparazón.