La lactancia materna ya es un derecho constitucional en la CDMX, ¿cumplirá el Estado su compromiso para promoverla y defenderla o sólo es una simulación?

Hace unos días el Congreso de la Ciudad de México aprobó por unanimidad incluir en la Constitución el derecho a la lactancia materna, con el fin de garantizar la alimentación y la nutrición de las infancias, así como la libre autodeterminación de la mujer sobre su cuerpo. Con esta elevación el Estado se compromete a promover y defender esta práctica.

En la capital del país el gobierno, bajo la administración de Claudia Sheinbaum, se deberá comprometer a ofrecer políticas públicas tendientes a permitir la lactancia materna en los centros de trabajo, capacitación al personal de salud en la implementación de estas políticas, brindar información a las personas embarazadas acerca de los beneficios y el manejo de la lactancia, ayudar a las personas lactantes a iniciar la lactancia desde el parto, entre otras.

Probablemente esas políticas “de lengua” sean las más sencillas, y sobre todo baratas de implementar. Pero existen otras que se ven mucho más alejadas, como la instalación de lactarios para que las madres lactantes puedan ofrecer y almacenar leche humana en lugares públicos, legislación a favor de las madres trabajadoras y sobre todo enfrentarse a los grandes laboratorios productores de fórmulas lácteas que bajo publicidad engañosa ofrecen estos alimentos dañinos para los menores.

Las fórmulas utilizan el marketing maquiavélico para promocionarse, esta práctica se refiere a la utilización de técnicas manipuladoras y engañosas para influir en la percepción y el comportamiento de los consumidores. Esta estrategia se basa en la idea de que “el fin justifica los medios”, y que cualquier método es aceptable si se logra el objetivo de aumentar las ventas y los beneficios.

Algunas técnicas comunes de marketing maquiavélico, de acuerdo con el especialista Manuel Quiñones, incluyen la creación de falsa escasez para aumentar la demanda de un producto, la utilización de tácticas de miedo para persuadir a los consumidores de que necesitan un producto, y la utilización de testimonios falsos o engañosos para promocionar, en este caso la fórmula.

Podríamos pensar que bajo un sistema capitalista todo es posible para aumentar las ventas pero ¿eso incluye a los niños? Peor aún ¿a los bebés? Para las empresas productoras de fórmulas lácteas la práctica es altamente cuestionable y ha sido criticada por ser poco ética y poco confiable. Sin embargo, continúa, basta con ver un rato la televisión y escuchar con atención el mensaje de las leches de fórmula.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida del bebé, y después complementarla con alimentos sólidos hasta los dos años de edad. Sin embargo, la publicidad de fórmulas lácteas puede promover una cultura de alimentación artificial y desalentar la lactancia materna.

No se trata de vender o no un producto, se trata de vidas. De acuerdo con la Unicef, en México únicamente 31 por ciento de niños y niñas menores de seis meses reciben lactancia materna exclusiva. La lactancia protege a los bebés en su primer año de vida contra muerte súbita, enterocolitis necrosante, diarreas, infecciones respiratorias de vías altas y bajas y otitis media, entre otras.

Por esta razón, la publicidad de fórmulas lácteas está sujeta a regulaciones específicas en muchos países. Estas regulaciones pueden incluir restricciones en la forma cómo se comercializan los productos, la información que se puede proporcionar y la audiencia a la que se dirigen pero en México esta regulación parece inexistente.

Es importante que los padres y cuidadores estén informados sobre los beneficios de la lactancia materna y las precauciones que deben tomar si deciden utilizar fórmulas lácteas para alimentar a sus bebés. La información confiable y basada en evidencia es crucial para asegurar que los bebés reciban la nutrición adecuada y se protejan de los riesgos asociados con la alimentación artificial.

Esa es la verdadera guerra que deberá enfrentar el gobierno de Sheinbaum si realmente quiere ser congruente con los niños y sus familias. No es fácil, y hay muchos intereses de por medio pero de no hacerlo estaremos de nuevo ante una simulación.