El reto para cualquier empresa es contar con un enfoque en innovación, el consumidor cada vez demanda más atención y nuevas ofertas al mercado. No es un tema fácil de resolver, en muchos casos la responsabilidad cae en manos del dueño o CEO. Empresas como Apple han logrado crear una cultura de innovación de manera exitosa, pero es imposible comparar a Jonathan Ive — líder de diseño e innovación a la empresa— con Steve Jobs. La innovación debe ser una prioridad en toda la organización; por ejemplo, estrategias de inclusión de ideas como las de Google o 3M pueden ser un camino no obstante tampoco esas logran materializar de manera correcta la filosofía en gran parte de la estructura.
Para la empresa un obstáculo en la innovación es la propiedad intelectual, los miembros de cualquier estructura desconfiarán de compartir ideas, en especial si hablamos de Millennials. La conciencia colectiva otorga un valor desmedido a una idea, es decir, las historias de éxito de personas que a partir de un chispazo mental se han vuelto exitosas carece de toda proporción. Todo ser humano se ha convencido de que su idea tiene el potencial de crear una compañía como Uber. Es cierto, toda idea es capaz de cambiar el mundo, su valor es desmedido. Sin embargo, las ideas no son innovación y eso dificulta la integración en la empresa. La idea se convierte en innovación en el momento en el que es capaz de impactar un negocio de manera favorable —antes de ese momento— las ideas y creatividad se encuentran en el mismo plano. Para convertir una idea en innovación se requiere una dosis importante de técnica, inversión y metodología. Para cualquiera de nosotros la sensación de entregar una idea a una empresa a cambio de un sueldo fijo es antagónico. No obstante, la idea muy probablemente no trascenderá de quedar confinada en las cuatro paredes de nuestro círculo inmediato de amigos.
Para la empresa esto supone un reto estructural, ¿cómo es posible lograr que una idea se comparta y genere innovación? La respuesta es simple, pero complicada de implementar. La clave es el reconocimiento y sentido de propiedad. En la generación de Millennials es difícil lograr los dos ejes. Las empresas de la tecnología han enfocado sus esfuerzos en crear ambientes de trabajo que son tan atractivos que resultan difíciles de igualar. Comedores con chef incluidos, espacios para el descanso, servicios de conserjería o vacaciones ilimitadas son algunas de las prestaciones más comentadas; sin embargo, no resuelven el problema. Un efecto inmediato es que los nuevos profesionales buscan dichas empresas para recibir esas prestaciones, no necesariamente para compartir sus ideas. De hecho, en muchas de las contrataciones simplemente incuban ideas en la firma contratante para después lanzar sus aventuras por su cuenta; el mejor indicador es el número tan grande de empresas innovadoras lanzadas por “ex googlers”.
Hacer innovación no debería ser un trabajo limitado a un departamento dentro de la empresa, mucho menos si se asigna la tarea importante al área de marketing. La innovación debería ser una filosofía, una forma de pensar. Uno de los temas más importantes y menos comprendidos es el inventario de innovación, cada compañía debería tener un almacén de innovación para sacar al mercado, su manejo podría ser la clave para que empresas de América Latina tengan espacio en el concierto mundial. Habrá que convertir a la empresa en una verdadera fábrica de innovación, las ideas no deberían ser resultado de un momento de inspiración ni del estado de ánimo de la plantilla de trabajadores. Las ideas deberían ser el resultado de un proceso capaz de crear ideas en forma de oportunidades de negocio. La cultura empresarial de los últimos años ha sido enfocada en la extrema y exagerada adulación a los fracasos, comparto igual que muchos la emoción de aprender de los errores, pero no descarto que para equivocar hay que tener ideas que requieran un enfoque de riesgo. Por desgracia muchas firmas lo han olvidado, para los dueños de empresas supone una responsabilidad especial, invertir en mercadotecnia no es un asunto solamente de crecer ventas, es a través de esta acción que es posible detectar oportunidades en el mercado y crear sensibilidad a las acciones de competidores.
La innovación no puede depender del estado de ánimo del dueño, director ni empleado. Este enfoque traerá problemas en el mediano o largo plazo, es causante de gran cantidad de quiebras de empresas al cambiar generaciones. La innovación que emana del dueño es delicada, en muchos casos se vuelve más peligrosa que depender de un cliente. La tarea de las firmas es democratizar la innovación mediante planes de marketing, contacto con el consumidor y una gran estrategia de recursos humanos. Sólo mediante la suma del consumidor, mercado y recurso humano nacerá una filosofía de innovación. Ciertamente, todo ser humano es capaz de ser creativo pero sólo una organización ordenada es capaz de innovar de manera consistente.