Hablamos de la historia de Robert Falcon Scott, de Fridtjof Nansen y de Ernest Shackleton, tres personas con formas distintas de liderar y que a pesar de haber conquistado ciertas partes del Polo, sus travesías estuvieron cargadas de muchos errores gerenciales.
El día de hoy hablaremos de Roald Amundsen, un joven noruego que creció en una familia de capitanes de barco mercante en Christiania (actual Oslo). Gracias a las enseñanzas de su padre, siempre sintió deseo por la exploración polar y comenzó a prepararse para esto desde muy joven.
Amundsen tenía una total convicción de que el éxito de las exploraciones polares estaba en una minuciosa planificación. Su experiencia en los barcos cazadores de focas y ballenas le ayudó a desarrollar una opinión sobre la caza: matas por sobrevivencia, pero siempre respetando la vida.
Puso en práctica sus conocimientos para realizar una expedición por el Paso del Noroeste, que atraviesa vía marítima el Océano Ártico a lo largo de la costa norte de Canadá y América del Norte y que conecta los océanos Atlántico y Pacífico y que durante siglos los exploradores habían buscado un camino.
Amundsen se instruyó mucho sobre expediciones anteriores, prestó atención cuidadosa al tema de la nutrición y probó todos los alimentos. Se hizo acompañar por un equipo de seis noruegos experimentados en las condiciones del Ártico, por lo que cada uno era experto en un aspecto específico como el pilotaje en el hielo o el sellado. Asimismo incluyó a un cocinero para preparar carne de foca y evitar el escorbuto. Su equipo era una unidad en la que se trabajaba, se entretenía y se llevaban bien habiendo sido escogidos por sus habilidades en la vida polar y en los viajes; siendo determinante la pericia, la experiencia, la capacidad de trabajar bajo duras condiciones meteorológicas y frente al aislamiento.
Siguió la costumbre esquimal de usar prendas sueltas que permitían la entrada de aire y un mejor aislamiento. Aprendió a conducir perros según la sugerencia de Nansen y mejoró sus técnicas para esquiar y poder andar en todo tipo de nieves. Aprendió a manejar los perros dada su importancia en la vida polar por la arreada de trineos, así como construir iglús.
El barco de Amundsen, el Gjøa, era pequeño y ligero, una característica que podía beneficiarlos, según las altas probabilidades de ser levantado por los témpanos de hielo cuando el agua se congelara. Creía mucho en la democratización de las decisiones y por esto ideó una especie de república dándole a todos derecho a voz en la planificación y preparación de los acontecimientos. Su liderazgo se basaba en respetar, en la igualdad y la fuerza de las personalidades.
El Gjøa zarpó en junio de 1903 con rumbo al Mar de Labrador y luego al archipiélago ártico canadiense. En diciembre, la embarcación quedó congelada durante dos años en la costa de la isla del Rey Guillermo. En ese tiempo, recorrieron el Ártico para determinar la ubicación precisa del Polo Norte magnético. La expedición culminó en 1906, cuando entró en la ciudad de Eagle, en Alaska, y envió un telegrama anunciando su éxito, ya que fue el primer barco en navegar por el paso, ruta que había cobrado cientos de vidas en un siglo de intensa búsqueda por conquistar estas nuevas tierras. En lo científico, determinó la posición exacta del Polo Norte magnético, además fue el primero en usar un barco con motor de propulsión diésel.
Amundsen hizo máximo uso de su minuciosa planificación y del aprendizaje de sus experiencias y las de las otras expediciones. Dejó poco al azar, consideraba que exigir más allá de los límites del cuerpo y el espíritu del hombre o de un perro era imprudente ya que en caso de emergencia, esa energía conservada podría ser usada.
En las mañanas, salían a la barrera a medir la temperatura y, a fin de mes, se premiaba a quien más acertara. Hacían paseos matutinos para contrarrestar la tristeza matutina y reducir las fricciones dentro del grupo, brindando oportunidad de comunicarse, expresar las preocupaciones y superar disputas o malos entendidos, cuidaban a los perros como una diversión y un entretenimiento. El resultado de todo esto, fue un equipo muy productivo que nunca mostró efectos negativos de vivir en confinamiento.
A pesar de que Amundsen fue, desde mi punto de vista, el que mejores logros tuvo, no solo por los descubrimientos hechos sino por su capacidad gerencial, no fue tan reconocido como Scott porque dentro de sus habilidades más fuertes no estaba la oratoria, la escritura y buscar reconocimientos, como quizás Scott, pero en su historia podemos observar que sus habilidades humanas, de planificación y gerenciales le llevaron a tener grandes frutos.
Esta historia en la que se entrelazan las vidas de Scott, Shackleton y Amundsen, es sin duda un ejemplo de fijación de objetivos, aprendizaje, planificación y gerencia, donde se pone a prueba el potencial de la voluntad y la fuerza humana.
Por James Hernández, presidente y cofundador de Trust Corporate.