Una de las primeras lecciones que se dan en Mercadotecnia bĆ”sica es la āLey de las Necesidadesā: Las necesidades no se crean ni se destruyen, solamente se transforman. Las necesidades del consumidor estĆ”n fijas en los elementos que componen a la PirĆ”mide de Maslow.
Pensar en la manipulaciĆ³n del pĆŗblico es una ilusiĆ³n. Es imposible manipular a la poblaciĆ³n, sĆ³lo se puede manipular el mensaje. Si fuera realmente posible manipular al consumidor, empresas como, por ejemplo, Coca-Cola ya lo habrĆa hecho; y si bien, dicha empresa es lĆder en la comercializaciĆ³n de bebidas gaseosas, existe mucha gente que prefiere productos similares de otras marcas, o que incluso prefiere no tomar bebidas gasificadas.
El concepto de la manipulaciĆ³n de la poblaciĆ³n es un constructo teĆ³rico que se ha demostrado imposible. Ello lo menciono bajo el contexto del estreno prĆ³ximo del filme āLa Dictadura Perfectaā, en donde se retrata la creencia de muchos, que consideran que es posible manipular a la poblaciĆ³n a travĆ©s de los medios (especĆficamente la televisiĆ³n).
Es increĆble cĆ³mo gente preparada, e incluso inteligente cree fervientemente en que es posible manipular a la poblaciĆ³n para votar por algĆŗn candidato, o por consumir algĆŗn producto. Estos opinadores hablan del poder hegemĆ³nico de la televisiĆ³n en el que, segĆŗn ellos, āuna mentira dicha mil veces se convierte en verdadā.
La realidad es que si bien es cierto, en algĆŗn momento la influencia de la televisiĆ³n como medio de informaciĆ³n fue apabullante, mientras los canales de distribuciĆ³n de contenidos han tendido a infinito, la influencia de una sĆ³la compaƱĆa tiende a cero. Pensar que alguien pueda cambiar su manera de pensar, consumir un producto o votar por un candidato en especĆfico
En una realidad en la cual, las voces de todos son escuchables, publicables y distribuibles en igualdad de condiciones, el suponer que una sĆ³la televisora es capaz de imponer su punto de vista sobre una poblaciĆ³n que en su mayorĆa, es consumidor sapiente, es por decir lo menos, ingenuo.
El consumidor mexicano ha demostrado que sabe lo que quiere, y si ello no es lo que se le proporciona, simplemente no consume el producto. El hecho de que mucha de nuestra clase intelectual no comulgue con los gustos populares no implica que le āestĆ©n lavando el cerebroā al āpuebloā; significa que simplemente sus gustos son divergentes.
Por cierto, tampoco es cuestiĆ³n de educaciĆ³n, y es un completo error el mencionar cifras que en ocasiones se lanzan sin mayor estudio. Mucha gente sigue mencionando como nivel educativo en MĆ©xico el tercero de primaria. La verdad es que el promedio de educaciĆ³n en MĆ©xico se encuentra en el segundo de preparatoria. El nivel de tercero de primaria era una estadĆstica vĆ”lida a finales de los aƱos setenta del siglo pasado. Lo que ocurre es que muchas de las plumas letradas de MĆ©xico no se han actualizado desde esa Ć©poca; pero ello no implica que el desarrollo del paĆs se estanque. Es evidente que no es suficiente el nivel educativo con el que contamos; pero es definitivamente un error el pensar en el āpuebloā como una masa de ideologĆa pueril, cuando realmente es bastante mĆ”s culta de lo que muchos creen.
Es increĆble, que los estudios de mercado y las campaƱas publicitarias han sido mĆ”s elocuentes al describir al mexicano en los Ćŗltimos aƱos, que mucha de nuestra clase intelectual. Ello es debido a que el mercadĆ³logo debe de refrescar sus conocimientos constantemente y no puede casarse con paradigmas. Los gustos del mercado de hoy, no son ni serĆ”n los del mercado de maƱana. La Ćŗnica constante en nuestra disciplina es el cambio constante. Es por ello que somos los mercadĆ³logos los que hemos podido dar cuenta de la manera en la que el mexicano se ha ido sofisticando a lo largo de los aƱos, ha ido moldeando y generando una nueva identidad, y de cĆ³mo es un mercado, el mexicano, que no sĆ³lo sabe lo que quiere, sino que lo exige.