La perspectiva de una verdadera inteligencia mecánica que alcance el nivel humano –si es que llega algún día– aún está muy lejos. Hasta el momento, los avances en IA se han limitado a tareas muy específicas. Lo que con más eficiencia puede hacer la IA es procesar grandes cantidades de información sobre algo muy concreto, como el desarrollo de un juego, un diagnóstico sanitario o el reconocimiento de voz. Pero no puede pensar lateralmente para aplicar sus conocimientos a un entorno distinto. No se puede formar una opinión sobre lo que hace. Ni, desde luego, esto le produce sentimiento alguno.
Sin embargo, fabriquemos o no máquinas realmente inteligentes (conocidas con frecuencia como Inteligencia Artificial General o IAG), la IA ya está transformando nuestra forma de vivir y trabajar, abriéndose paso en la mayoría de las esferas de la actividad humana. Aunque los tecnólogos y los entendidos debaten sobre la futura relación entre seres humanos y máquinas, casi nunca se indaga lo suficiente en las consecuencias inminentes de las tecnologías dotadas de IA. ¿Cómo sobrellevamos la pérdida de empleos? ¿Cómo conseguimos que los sistemas educativos no pierdan ese tren? ¿Y qué ocurre con los servicios sociales?
La idea que tenemos de nosotros mismos y nuestra función social ya está viéndose cuestionada, aunque sea lentamente. Si ya no se exigirá que sean seres humanos los que desempeñen ciertos trabajos, y si lo que hemos aprendido en la escuela quizá pronto no sirva, ¿cómo adecuamos la trayectoria y las expectativas de nuestra vida laboral? Esas cuestiones deberían ser capitales para los gobiernos, sus asesores económicos, los ministros de Educación, los directores de colegios y los decanos, así como para los líderes empresariales y los padres y las madres de todo el mundo.
Según predicciones del Fondo Monetario Internacional, la inteligencia artificial (IA) impactará hasta 60% de las plazas de trabajo. Los empleados de más edad serán los vulnerables. Sin embargo, la IA también ofrece “una tremenda oportunidad para impulsar los niveles de productividad y alimentar el crecimiento mundial”, dijo la directora del Fondo Monetario Internacional FMI , Kristalina Georgieva. Las economías avanzadas y algunos mercados emergentes verán afectados más de la mitad 60 de sus puestos de trabajo. Esta predicción augura la baja del 40 por ciento para los mercados emergentes y de 26 por ciento para los países de bajos ingresos.
El FMI calcula que casi 40 por ciento del empleo mundial está expuesto a la IA y que la mitad de los puestos de trabajo afectados por la IA tendrán un impacto negativo, mientras el resto puede beneficiarse en realidad del aumento de la productividad debido a la IA. Anticipa que aunque algunas plazas de trabajo desaparezcan por completo, en muchos casos la inteligencia artificial mejorará será un importante auxiliar para desempeñar algunos trabajos, con lo cual mejorará la productividad y hará que los ingresos de las compañías crezcan.
Aunque en principio la IA tendrá un menor impacto en los mercados emergentes y las economías en desarrollo, también es menos probable que se beneficien de las ventajas de esta novedosa tecnología. Ello podría exacerbar la brecha digital y la disparidad de ingresos entre países. Los trabajadores de más edad serán probablemente más vulnerables al cambio que supondrá la IA.
El 2024 está siendo un año muy duro para la política fiscal en todo el mundo, ya que los países tratarán de hacer frente a la carga de la deuda acumulada durante la pandemia y reconstruir las reservas agotadas. Además, miles de millones de personas acudirán a las urnas este año, lo que supondrá una presión adicional para que los gobiernos aumenten el gasto o reduzcan los impuestos con el fin de ganarse el apoyo popular.
La preocupación del FMI es que los gobiernos de todo el mundo gasten mucho durante este año y socaven los avances que tanto les ha costado conseguir en la lucha contra la alta inflación.
El reto es encontrar la forma en que la IA se constituya en auxiliar para facilitar las tareas y que su uso aporte para la realización de determinadas tareas y no que sustituya fuerza de trabajo indiscriminadamente, provocando desequilibrios en la economía. Ante todo hay que tener presente que la IA puede ser un valioso facilitador de las tareas, pero en ningún caso sustituto de la inteligencia humana.