Internacional.- Cuando Donald Trump amenaza con un proteccionismo radical y con dar por terminado el TLCAN (Nafta, por sus siglas en inglés), algunos dudan si esto es realmente perjudicial para México.
Desde la campaña que luego lo llevó a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump viene hablando del “problema México”. Para el magnate, la inmigración y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) son un escollo para el desarrollo de su país.
Con esa idea como concepto general, es que propuso (y parece que va a llevarlo a cabo) completar un muro de más de 3.000 km en la frontera y sacar a los Estados Unidos del acuerdo.
Sin embargo, a pesar de que a primera vista parece un gran problema para México, algunos no opinan lo mismo. Un interesante artículo publicado este miércoles en el periódico español El País lo explica.
En el análisis, el medio dice que el diferencial entre la renta per cápita mexicana y la de Estados Unidos y Canadá aumentó desde 1994, año en que entró en vigencia plena el acuerdo internacional de libre comercio más importante hasta ese tiempo.
“El tratado significa más empleo y mejor pagado para los mexicanos”, había dicho el entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, en la misma línea que su secretario de Comercio, Jaime Serra, que prometió: “El diferencial salarial [de México respecto a Estados Unidos y Canadá] tenderá a irse cerrando con el tiempo”.
Sin embargo, tantos años después, “lejos de converger, la renta mexicana por habitante ha divergido ligeramente respecto a la de sus socios”, dice El País analizando los números publicados por el Banco Mundial y que explicitan que “entre 1994 y 2015, el ingreso medio por persona se multiplicó por 1,91 en México, por 1,96 en Canadá y por 2,02” en la tierra de Trump.
Para Gerardo Esquivel, del Colegio de México, “parte de la idea del TLCAN era la promoción de la convergencia, y eso no ocurrió: los salarios no convergieron, ni de lejos, como se esperaba” desmintiendo “la idea de que los beneficios han sido solo para México, como defiende Trump”.
Según Raymond Robertson, de la Texas A&M University, hubo varios factores como el “tequilazo” de diciembre de 1994 y del acceso de China a la Organización Mundial del Comercio (que trajo “una mayor fuente de competencia para México y presionó a la baja los salarios”, dijo Robertson a El País). Otro de los problemas fue no aprovechar a la Gran Crisis de 2008 y 2009, que impactó mucho más a Estados Unidos.
Según Mónica de Bolle, del Peterson Institute, el problema es la productividad, que en los socios del norte mejoró y en México se mantuvo estable, y en que “el impulso inicial del tratado no pudo prolongarse en el tiempo por la ausencia de reformas”.
En la misma línea opina Roberto Durán-Fernández, de la consultora McKinsey: “Desde que se firma el tratado hay dos Méxicos diferentes: uno desarrollado e industrial que se desarrolla e industrializa más, fundamentalmente en el norte (…) y otro no conectado, fundamentalmente en el sur”.
Sin embargo, no es optimista respecto de una salida abrupta: “Se subestima el impacto jurídico: más que una reducción de aranceles, el TLCAN es una garantía de seguridad jurídica, institucionalidad y certidumbre”. Y advierte: “Que Estados Unidos saliera no estaba en los planes de nadie”.
Para el ex presidente Ernesto Zedillo, si Trump decide “matar” al TLCAN, México tiene otros instrumentos para progresar refrendando su compromiso con la apertura de mercados. En un artículo de fines de enero en The Washington Post, dijo que “es una situación desafortunada y triste”, pero que hacer un esfuerzo para acomodarse a “los caprichosos deseos del presidente Trump” son “inútiles y no deberían continuar”.