La comunicación evoluciona como también lo hacen las otras ciencias del saber. En Ingeniería, la búsqueda de nuevas mezclas de materiales para fortalecer los cimientos de los edificios es una constante, como también lo es en la utilización de Big Data, la determinación de nuevos programas de televisión o la mejora de las ventas en línea, a través de adecuadas segmentaciones y análisis culturales de la sociedad; también lo hacen los cabilderos que buscan constantemente nuevas técnicas de negociación para cerrar acuerdos con valor agregado.
Evolucionar o morir, dice el consejo popular y en nuestro sector (comunicación y mercadotecnia ) nos tomamos muy en serio esta filosofía para operar los cambios impulsados por la transversalidad que nos da estar presentes en todas las áreas profesionales. Comunicar es igual de importante en las áreas financieras, legales, médicas, de ingeniería y contables.
Estamos en todo y para todos, ¿por qué no utilizarla entonces?
En las dos semanas anteriores me he referido en esta columna a las técnicas de cómo contar historias y también cómo hacerlas realidad; en esta ocasión, le añadiré un tercer elemento que no podemos soslayar: la utilización de la ÉTICA para hacer de las historias, narrativas de gran poder.
Aristóteles uno de los primeros comunicadores del mundo decía que la ética era “toda acción humana que se realiza encaminada a un fin y el fin, era hacer el bien”.
Esta disciplina filosófica, también basada en los estudios sobre el bien y el mal, así como sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, no debe faltar en ningún modelo de comunicación. En una palabra, la ética es la correcta conducción entre los seres humanos que buscan el bien y la felicidad como premisa fundamental, algo que en el papel no parece tan complicado, pero que en los hechos nos contrapone cotidianamente.
Revisemos algunos modelos que afamados sociólogos, politólogos y comunicadores nos han legado para apoyar la comunicación de masas o entender los efectos de los medios de comunicación en la sociedad (según el caso), pero entendiendo que lo haremos para observar si la ética era en esos momentos un factor determinante para el éxito de los mismos o si es menester incorporarla ahora con las nuevas tendencias. Una pregunta podría surgir ahora: ¿es necesaria mencionarla o resulta obvio que la ética está implícita en los modelos? ¿Para qué agregarla entonces como un elemento más a la fuente, al canal o a la codificación del mensaje?
Harold Lasswell evaluaba en su modelo el comportamiento de las masas y su respuesta ante diferentes estímulos. Alineaba a sus integrantes de esta forma: ¿quién?, ¿dice qué?, ¿en qué canal?, ¿a quién? y ¿con qué efectos? No tenía la parte de la retroalimentación para convertir “¿a quién?” en emisor y, por supuesto, no destacaba el uso de la ética en la operación del esquema.
David K. Berlo retomó los elementos del modelo propuesto por Shannon y Weaver: -Fuente de información-Trasmisor-Fuente de ruido-Receptor-Destinatario y lo despojó de su naturaleza matemática para aplicarlo a la medición de la comunicación humana. No se aprecia la ética en ningún momento.
Finalmente, Wilbur Schramm, el fundador de la disciplina de la comunicación en Estados Unidos, aplicando su iniciativa en universidades como la de Iowa y Stanford, afirmaba que en la comunicación colectiva o de masas, primero habría que entender como se comunica la gente, estudiando factores psicológicos, sociales y culturales. Era un paso de la comunicación interpersonal a la de masas. Pero la ética estimado lector, brillaba por su ausencia.
Este pequeño análisis nos deja en la mesa la necesidad de que, tomando en cuenta la época actual en donde la comunicación evoluciona a gran velocidad a raíz del establecimiento de las redes sociales, la ética debe estar presente en todos los modelos de comunicación de hoy y del futuro, haciendo de ellos los vasos comunicantes de la sociedad para lograr el fin del bien común.
Nos encontraremos más adelante.