Para que una marca permanezca a través del tiempo y conserve una esencia exitosa hay que entenderla como un ente no estático y tomar en cuenta tres elementos primordiales: coherencia, consistencia y relevancia.
Un tono de voz, la forma como se habla, el tipo de lenguaje que se expresa, todo debe tener coherencia si de hacer mensajes significativos para la audiencia se trata.
Entre los elementos que componen a una marca, en primer lugar está su esencia, su razón de ser, la cual debe establecerse con una visión de largo plazo. La esencia de la marca debe vincularse con su estrategia de negocios también. Después que se ha establecido esto con claridad, tomamos cuenta los elementos visuales como la fotografía, diseño, tipografía, logotipo y todo lo que conlleva a su imaginería visual.
Una adecuada propuesta de branding debe estar en sincronía y sus valores como firma no pueden cambiar, acaso pueden adquirir en un momento dado distintos roles y hay que ser consistentes en la esencia más allá de eso.
Por otra parte, para que una marca pueda ser adaptada a cualquier plataforma, ya sea en la pantalla televisiva, en web, etcétera, es mejor desarrollar una simplificación de colores y cuidado de su imagen para que exista concordancia con las características de la marca y que conserve su credibilidad, objetividad e independencia.
Hablando de un proceso de rebranding, estos son cambios se deben hacer con objetivos claros y que resulten relevantes para la marca. Eso debe hacerse, por ejemplo, cuando una marca diversifica su mercado, como cuando una tienda abre un banco, una empresa crea su división de salud o cuando el objetivo es un cambio en la calidad del servicio; es ahí cuando cabe un nuevo proceso de vinculación emocional que se involucre con los sentimientos del consumidor y su experiencia respecto a la marca.