Los de hoy son tiempos difĂciles para gran parte de la poblaciĂłn estadounidense (para ser exactos, el 47.7 por ciento de los electores que votaron por Hillary Clinton). Para ellos, la salida de la Casa Blanca del matrimonio Obama resulta algo doloroso y triste.
Si bien los ocho años que durĂł la administraciĂłn de Obama distĂł de ser perfecta, los habitantes sensatos de los Estados Unidos bien saben que ocurrirán cambios radicales, que podrĂan desviar al paĂs en el camino por conservar su tĂtulo de potencia mundial y, sobre todo, lo alejarán de sus aspiraciones de convertirse en un territorio cuya poblaciĂłn fomenta, defiende y valora la tolerancia, el respeto y los derechos humanos.
La semana en curso será la Ăşltima que el primer presidente afroamericano de Estados Unidos gobernará aquella naciĂłn, para dar paso a uno de las figuras menos populares de la polĂtica estadounidense en varias Ă©pocas. La intolerancia, el racismo el descarado bullying que suele practicar Donald Trump, sin duda contrastarán con el espĂritu inclusivo que caracterizĂł a su antecesor. Los primeros desencuentros con algunos sectores de la poblaciĂłn ya comenzaron a aflorar.
Para muestra de lo que aquĂ hablo, es necesario recordar la conferencia de prensa que ofreciĂł el presidente electo la semana pasada, un desafortunado encuentro con los medios que, dicho sea de paso, se llevĂł “entre las patas” a nuestra lastimadĂsima moneda, que ese dĂa se cotizĂł en 22.20 pesos por dĂłlar.
El sector que en este caso se vio señalado por Trump, como era de esperarse, fue el de la prensa estadounidense, que desde hace algunos meses no ha dejado de ser señalada por el republicano, en una especie de paranoia con absurdas ideas de que la prensa está en contra de él, de que difunden información falsa, de que se trata de una especie de complot y la peor de todas, que todo lo anterior es suficiente motivo para cortar comunicación con más de un medio de comunicación que a Trump le desagrada.
En dicho encuentro, el mundo fue testigo de un breve altercado protagonizado por Donald Trump y un reportero de CNN. El segundo querĂa ejercer su derecho de hacerle una pregunta, pero Ă©ste se negĂł argumentando que la cadena de noticieros difunde noticias falsas. Lo mismo ocurriĂł a otro periodista de BuzzFeed, medio al que Trump calificĂł como “un contenedor de basura”, y a ninguno permitiĂł siquiera realizar pregunta alguna.
La dinámica es simple, pero maligna para la apertura informativa y la práctica del buen periodismo: Trump se dirige al mundo, incluida la prensa, mediante mensajes vĂa Twitter, la prensa busca corroborar esa informaciĂłn, (inexacta y falsa en muchas ocasiones) y asĂ lo publica, entonces Donald se dedica a victimizarse y a satanizar a los medios.
Este lunes, el periódico estadounidense The Washington Post publicó que “un infierno de mentiras y realidades distorsionadas aguarda a los periodistas que cubran al Presidente Trump”. El diario destaca que la forma en que ha actuado el magnate da una idea de lo que se puede esperar de él y cómo es capaz de manipular la realidad con el fin de buscar una mejor imagen pública.
El republicano es, pues, un talentoso manipulador de la informaciĂłn, un victimario que usa la piel de vĂctima, en una fĂłrmula en la que el gran perdedor es la prensa estadounidense.
Sin embargo, lejos de que los talentosos medios de comunicaciĂłn del paĂs del norte se enfrasquen en una deprimente situaciĂłn producto de la manipulaciĂłn que menciono, y del posible yugo de Trump, que utilizará para vetar a más de un medio, la prensa deberá tomar la situaciĂłn como una venta de oportunidad para no escatimar en creatividad y conseguir sus objetivos básicos: informar a una poblaciĂłn que no se ve satisfecha con discursos oficialistas y verdades histĂłricas, sino que está ávida de revelaciones, buenas investigaciones, trabajos sĂłlidos que funcionen como contrapeso ante una figura nociva como la que está representando el prĂłximo presidente estadounidense.
Es ahora cuando los periodistas deberán demostrar de qué están hechos, y evitar caer en el juego manipulatorio que Donald ha comenzado. Son tiempos de recobrar y mantener la confianza de la audiencia y de hacer periodismo que valga la pena.
SĂ, para el sector periodĂstico norteamericano (como muchos otros sectores), la era Trump traerá tiempos difĂciles, pero al mismo tiempo representará una serie de desafĂos que abren la oportunidad de que la industria se fortalezca, y que se haga periodismo valiente que la ciudadanĂa de todo el mundo agradezca. El reto está puesto.