Ayer fue presentado ante la opinión pública el documento denominado #VamosPorMás, que informa la intención de organizaciones civiles, académicas, empresariales y ciudadanos de luchar en contra de la corrupción, la impunidad y la violación de derechos humanos. La iniciativa se manifiesta plenamente en favor del Sistema Nacional Anticorrupción y en contra de quien hace lo posible para que dicho sistema no prospere.
Para nadie es un secreto que uno de los males que más afecta al desarrollo de nuestro país es la corrupción. De acuerdo al estudio Encuestas Económicas OCDE: México 2017, —publicado a inicios de este año— nuestro país ocupa el primer lugar entre los países más corruptos de los que integran la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos. En tanto, el Índice de Transparencia Internacional nos sitúa este año en el sito 123 (de 176, donde 0 es la calificación más favorecedora).
A pesar de los esfuerzos de muchos mexicanos por combatir la corrupción y apoyar la transparencia y rendición de cuentas, la realidad es que aún no hemos logrado generar las condiciones para que la práctica no sólo sea mal vista, sino que sea castigada en todos sus niveles.
El facilitar y agilizar procesos a cambio de dinero, el obtener contratos tras dar recursos por debajo del agua, el comprar impunidad con favores, dádivas o efectivo, son acciones que no sólo prevalecen en las instituciones públicas, sino a un amplio rango de sectores en todos los niveles, se trata de algo bien arraigado en nuestra cultura que desafortunadamente no parece tener un final cercano.
El medio de las agencias de publicidad, marketing y relaciones públicas no escapa a la corrupción que suele favorecer el desarrollo de unos pocos, pero frena egoístamente el del resto que buscan hacer las cosas por el camino correcto.
Uno de los ámbitos que se prestan a caer en corruptelas empresariales es el de los procesos de pitch en los que participan las agencias mostrando sus credenciales y alcances con el fin ganar una cuenta, dicho sistema de selección hoy está invadido por un penoso requisito que exige dar mordidas para ser seleccionadas y obtener el contrato que persiguen.
Al mero estilo de las instituciones públicas que otorgan contratos a los proveedores dispuestos a dar más dinero a cambio de cerrar contratos, muchas empresas (sin generalizar ni decir que se trata de la mayoría de ellas), tienen entre sus filas a colaboradores que tienen la costumbre de solicitar un porcentaje del fee mensual a cambio de elegir a la agencia interesada en llevar su comunicación, mercadotecnia, publicidad o relaciones públicas.
La corrupción que afecta a la industria es alimentada no sólo por gerentes y directores de marketing que piden dinero por contratos, sino por altos directivos. En el peor de los casos es tanto el dinero que se pide a las agencias, que es suficiente para salpicar a empleados de todos los niveles dentro de las empresas, pues hablamos de porcentajes que representan decenas de millones de pesos.
Pero la culpa no sólo es de quien solicita expresamente los recursos, la corrupción también es alimentada por aquellas agencias que caen en este mafioso juego y no tienen reparo en sobornar para ser las elegidas.
De la misma manera en que, para muchos de los mexicanos (la gran mayoría, de acuerdo a las cifras) no ven mal el dar mordidas cuando es necesario, los procesos de pitch corrompidos comienzan a formar parte de la normalidad dentro de la industria publicitaria, de marketing y de relaciones públicas.
Por esto, a la hora de concursar por una cuenta, cada vez es más común recibir cuestionamientos del porcentaje de la iguala mensual que iría destinado a las personas encargadas en designar a las agencias; incluso se ha caído en el absurdo de la agencia que más porcentaje aporte será la ganadora, en una suerte de perversa subasta.
La corrupción que tristemente también es alimentada por la industria mercadológica y publicitaria, no es algo menor. De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, cuesta a los mexicanos el diez por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), es decir, de cada 1,000 pesos que se generan en México, 100 de ellos van destinados a la corrupción.
Más allá de que las agencias sin presupuesto para corromper obtengan pocos contratos, el problema de la corrupción en México es de tal magnitud que enluta a familias, deja crímenes impunes, frena el desarrollo y envilece todo; es necesario dejar de alimentar al monstruo y dignificar a nuestra industria desde nuestra noble trinchera.