No sólo las crisis financieras pueden ser la causa del fracaso de las empresas, también los fracasos se pueden derivar de una profunda crisis de valores y falta de ética en los niveles gerenciales y de direcciones de las empresas, pues en las decisiones que toman se percibe una nula capacidad de integridad ética, moral y de valores.
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Por supuesto que el objetivo de cualquier empresa es el de tener utilidades y generar flujo de efectivo constante que le permitirá existir a lo largo del tiempo, pero ¿la generación de utilidades y efectivo puede ser a costa de cualquier cosa?, no importando si se afecta al personal de la compañía, a proveedores, a clientes y hasta a los propios inversionistas.
Enormes corporativos como Enron han fracasado precisamente porque entraron en una crisis de valores, pues la falta de ética profesional de sus directivos a todos niveles y de sus auditores fueron la causa de que sus acciones se fueran a pique, pues faltaron a la verdad, manipularon la información financiera, ocultaron mucha información financiera, todo se convirtió en un engaño y terminaron con una compañía que valía una enorme cantidad de dinero y que era de las 10 más poderosas del planeta.
Todo el personal que labora en una compañía es fundamental para conseguir los tan ansiados objetivos que se establecen para cada inicio de año y desde luego que el factor económico pesa más que el factor ético y de valores, pero cuando las empresas adoptan una cultura de ética y de valores tendrán una ventaja competitiva muy importante en el mercado, pues su información financiera será a todas luces transparente, veraz, confiable y generará mucha lealtad con todos sus colaboradores en general.
Quienes tienen una enorme responsabilidad para que los valores y la ética profesional pueda prevalecer son los gerentes y directores, pues son los líderes de los equipos y si logran transmitir sus valores a los miembros del equipo, el entorno de la empresa será saludable y será la clave para el éxito financiero de la organización, pues la congruencia más la integridad generarán riqueza.
El prestigio de una empresa no se obtiene de un día para otro, se gana a lo largo del tiempo precisamente cuando ha generado confianza en sus empleados, clientes, proveedores, inversionistas, acreedores y todos los agentes que están alrededor de la empresa. El ambiente de confianza derivado de una cultura de valores y de ética produce muchos más beneficios a la empresa, pues sus productos tendrán mayor demanda, puede tener mejor acceso a créditos bancarios, será más atractiva para los inversionistas, habrá oportunidades de fusionarse, el crecimiento será mayor, habrá más utilidades, el precio de su acción mejorará y los trabajadores estarán a gusto en una empresa en la que confían plenamente porque saben que la empresa no les fallará en ningún sentido y saben que ellos son el recurso más importante para la empresa.