La pandemia ha modificado los modelos y formas de convivencia social. A un año del primer confinamiento social decretado por los gobiernos para evitar los contagios, ha quedado claro que el contacto humano ya no será como antes.
Después de haber dejado establecido que existen tres etapas para el control de la pandemia que pasan por el miedo al virus, la aceptación y el aprendizaje, la narrativa gira hacia el uso de las aplicaciones en los smartphones para el control de las personas infectadas por el virus Covid-19.
En Asia, con una sociedad culturalmente más apegada a cumplir los designios de su gobierno, el uso de estas herramientas se implantó con mano firme, mientras que en Europa y en los Estados Unidos, se está produciendo un debate sobre derechos y libertades.
Los ejemplos anteriores nos muestran que la relación entre la tecnología y los derechos civiles es un terreno aún insuficientemente explorado.
Con las mencionadas aplicaciones, China en su caso, logró un control de la pandemia que no se compara con los resultados en el resto de los países, pero resulta que este es un control invasivo, lo que nos conduce a lo que la Dra. Itziar de Lecuona, catedrática de Bioética en la Universidad de Barcelona, nombra como “La falsa dicotomía entre intimidad y seguridad”.
Los estudios se basan en la intervención de la principal materia prima de la economía digital que es la data, en donde se recalca la necesidad de revertir la tendencia de comercializar la información personal.
Leucona amplía el escenario al afirmar que “tenemos que reflexionar, como personas y como sociedad, acerca del papel que ocupa la tecnología en nuestra vida”. Lo anterior, implica que estamos en la etapa en donde el sector privado y el público, deberán trabajar juntos en un nuevo pacto digital que coloque a la persona en el centro del debate.
En este diálogo sobre la evolución digital se abren paso los conceptos de los modelos europeos y los americanos, teóricamente más individualistas y capitalistas que contrastan con el asiático que se basa más en un control estatal.
La aspiración de los dos primeros, es que el espacio digital tenga un margen más ciudadano y no tanto de negocio. Podemos concluir que debemos alcanzar el equilibrio entre el uso de los datos necesarios para el funcionamiento empresarial y el cuidado de éstos que nos permitan avanzar hacia sociedades más sostenibles. La privacidad debe prevalecer por encima de estos avances.
Lo que es claro es que nos deben de quedar lecciones positivas a raíz de esta crisis global y que debemos aprender de ellas para evitar que el uso tecnológico nos reste libertades y privacidad.
Nos encontraremos más adelante.
Federico Torres López.