Es un hombre de rutinas, nada en ellas resulta fuera de serie, salvo su constancia, persistencia, sobriedad y disciplina. Nada más. Se va a la cama a las 9 de la noche y su despertador suena a las 5:45 de la madrugada. Sus jornadas están compuestas por dos o tres sesiones de entrenamiento, combinadas con descansos, alimentación y convivencia con corredores. El esfuerzo se repite un día tras otro, acumulando semanas de más de 200 kilómetros de esfuerzo.

Es el primer hombre sobre la tierra capaz de correr por debajo de las 2 horas los 42 kilómetros y 195 metros que componen el maratón y la noche que conquistó esa meta, se fue a dormir temprano, sin probar una gota de alcohol, dejando a los demás participantes de aquella hazaña, quienes obviamente brindaron tras la victoria conseguida sobre el cronómetro. “El alcohol te hace olvidar y yo no quiero olvidar nada”, afirma al ser cuestionado por su nulo consumo del mismo.

Un hombre tranquilo con una vida sencilla que lo ha conquistado todo, convirtiéndose en el maratonista más grande que la historia haya visto. Su vida, plagada de triunfos, poco ha cambiado. Eliud se ha sabido mantener con una sencillez admirable, que sorprende al contrastar su precaria niñez con su abundante y suficiente situación actual. 

Se concentra cuatro meses antes de cada uno de sus eventos; permanece en el campamento de entrenamiento de lunes a sábado, destinando solo algunas horas del sábado, domingo y la mañana del lunes para estar con su familia. Su primera sesión de entrenamiento la realiza en ayunas, consume 3 litros de agua al día, poca carne, vegetales y pan. Se premia con pizza, solo cuando está fuera de concentración habitual en el campamento. 

Honesto a toda prueba, alejado de cualquier suplemento, incapaz de utilizar un atajo para conquistar la meta, Kipchoge continua escribiendo una historia que sin duda será imborrable y que a su vez luce imbatible. 

El gran éxito de Eliud está centrado en dos grandes ejes: ser el mismo ser humano antes y después de haberse convertido en el más grande de este deporte, y mantener un apego irrestricto a los pequeños hábitos, que confirman, que la práctica, hace al maestro. Qué gran ejemplo para todos.