“Una de cada seis personas tiene alguna discapacidad, limitación en sus actividades problema o condición mental” de acuerdo a  datos publicados en el documento: INEGI Así se contó México 2021”.

México, un país con más de 35 millones de viviendas según datos de INEGI, tiene un potencial de 5.8 millones de hogares con la necesidad de algún tipo de “elemento especial” que atienda, facilite o aminore problemáticas específicas de movilidad u otra necesidad para uno o varios integrantes de una familia, este dato que para nada resulta menor se ve relegado e ignorado en los proyectos arquitectónicos, tanto de los ofertados en serie como en el producto inmobiliario que se ofrece entre particulares. Son pocas las veces que en el ejercicio valuatorio se observan características de este tipo en los inmuebles que se dictaminan.

Al momento de conocer los prototipos de vivienda en los distintos desarrollos inmobiliarios no se aprecian adecuaciones para este segmento de la población incluso no llegan a ofrecerse ni como elementos opcionales. Un mercado ocupado mayormente por las características cuantitativas y menos por las cualitativas de sus proyectos, abandonó de manera inconsciente a un segmento que emerge en paralelo con el crecimiento demográfico. Un mercado distraído por los deseos y la optimización respecto del número de espacios habitables y sus dimensiones, desterró a un segundo y hasta  un tercer plano lo referente a servicios especiales, y se ha enfocado en competir respecto de otras demandas de consumo despreciando por así decirlo a un 16% de la población.

En el ensayo del escritor Franz Kafka “La Metamorfosis” dimos cuenta de como Gregorio Samsa protagonista de la historia, va perdiendo el cariño y respeto de su familia al paso de los días, sin embargo, no podemos pasar por alto las penurias sufridas por el escarabajo de la ficción, en su lucha permanente por adaptar una nueva fisonomía al mismo espacio habitable. A través de la narrativa y hasta la madrugada de su último suspiro acompañamos al personaje en esa pugna por reconquistar lo propio.

En el caso del sector inmobiliario y en particular en los profesionales de valuación podría estimularse una nueva perspectiva en el ejercicio de la actividad, al menos distinguiendo en los documentos valuatorios los proyectos que contemplen este tipo de mejoras. Así como se amerita y demerita un inmueble por otros factores, ponderar estos bajo una visión distinta. En este mismo sentido, los expertos en valuación cuentan con las herramientas necesarias tanto técnicas como de experiencia para agregar en sus dictámenes uno o más  factores que “premien o castiguen al objeto” como  suele decirse en el argot.

Si bien es cierto que en el caso de algunos “formatos” se impide o limita el uso o aplicación de nuevos factores de homologación, también es cierto que en estos mismos se tiene un espacio destinado a las observaciones, por cierto un espacio lleno casi siempre de vacíos. Cabe señalar que el valuador padece como en otras profesiones de una sobre regulación para nada exclusiva, ya que esto sucede de la misma manera en otras actividades, tema que no trataremos en este minúsculo ensayo.

La monotonía a la que se puede llegar en esta y otras actividades profesionales, pero en el caso de los valuadores inmobiliarios se percibe de modo tangible en la “formatización” del ejercicio causada en gran parte por el acartonado manejo de los dictámenes, asumir el reto de contar historias singulares en cada documento que se firma y entrega a nuestros clientes es una tarea a la cual no se puede ni se debe claudicar en anticipado. Aspectos como el de una “necesidad distinta” es un hecho que emblandece y por supuesto otorga la oportunidad de reflejar la parte humana que eventualmente abandonamos al momento de rubricar en color azul. Imaginemos la mirada del bicho “kafkiano” a través de su única ventana; antes de sujetar el bolígrafo para hacerlo