Santiago, Chile.- Uno de los principales desafíos del marketing interno de una empresa es conseguir posicionar a la jefatura en el ámbito de liderazgo. Pero, para que eso suceda, los directivos tienen que entender la diferencia entre un concepto y el otro, hasta aprehenderla. En tiempos en que se trabaja la mayor parte del día en un espacio conjunto, resulta vital que las cúpulas entiendan la importancia de ciertas actitudes y transiten desde el viejo concepto de “Jefe” a “Líder”. 

“Si liderar consiste en movilizar a las personas en momentos de incertidumbre y tensión, es esencial entender que ese movimiento tiene que ver con la energía personal y las emociones” dice el psicólogo chileno Ignacio Fernández en su libro “GPS Interior” y la aseveración hace sentido. Ya no vale decir que no lo tomemos personal, ante un conflicto laboral, porque vivimos parte de nuestra historia en una empresa y sería absurdo no mantener una relación emocional con quienes trabajamos.

A raíz de lo anterior, el concepto de “Jefe” queda obsoleto para la actualidad, si queremos tener un ambiente laboral sano y pro activo. Entonces necesitamos un líder. ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro? La verdad es que la imagen lo deja claro, pero no está demás señalar algunos puntos fundamentales.

El líder conoce a sus empleados, los trata por su nombre y comprende sus historias para saber de qué son capaces, con el objeto de motivarlos a dar lo mejor; el jefe manda a números, los presiona para que consigan metas sin saber si pueden o no hacerlo. Califica constantemente, sin tener una base sólida que lo avale.

El líder tiene buen trato, se acerca a sus empleados y cree que su principal rol es motivarlos a la vez que él o ella se esfuerza por dar el ejemplo.Antes de criticar la labor de los suyos, hace hincapié en los logros conseguidos. El jefe busca el detalle negativo para marcar su poder, sin permitirle al subordinado desarrollar sus capacidades.

El líder es querido, por su influencia positiva, por su carisma (sí, se puede conseguir) y por ser una especie de figura amable que puede dar respuestas a las inquietudes de todos. Es generoso con sus conocimientos y se abstiene de juzgar sin conocer todos los elementos en juego. El jefe, por lo general, no es valorado sino que más bien se le teme. Es “veleta” en sus actitudes y nunca se sabe cómo reaccionará frente a un problema.

El líder no permite comentarios de terceros sin fundamento; el jefe, los alienta creyendo que tendrá más información para acrecentar su propio poder.

El líder guía a un equipo para buscar la mejor solución a un problema planteado; el jefe busca culpables.

En definitiva, el liderazgo no es para todos. Las cualidades del líder se desarrollan a lo largo de la vida y se relacionan con la pasión por la gente, antes que el resultado. De esta forma, la gente a su vez se apasiona por él o ella y siente la responsabilidad de obtener los resultados necesarios para “remar todos hacia el mismo lado”

¿Qué eres tú? ¿Jefe o Líder?