Volkswagen planea invertir 180 mil millones de euros (unos 192 mil millones de dólares) en el desarrollo de vehículos eléctricos y nuevas tecnologías para sus automóviles.
Lo dijo este martes 14 de marzo el CEO de la compañía, Oliver Blume, en una de las plantas en Wolfsburgo, Alemania.
La inversión (de un monto inedito para la firma, e incluso para el sector) se desplegará en los siguientes cinco años.
La idea de VW es apuntar a China (una región donde tiene serias dificultades) y a los Estados Unidos, donde nunca pudo afirmarse.
La medida es el primer anuncio estratégico importante de Blume desde que tomó el control de Volkswagen en septiembre de 2022 luego de que la junta destituyera a su predecesor, Herbert Diess.
Con esta impresionante inyección de fondos, Blume “está comenzando una guerra de gasto con los otros fabricantes de automóviles”, dice The Wall Street Journal.
Entre esos rivales está fundamentalmente Tesla, que le viene robando participación de mercado a VW desde hace tiempo, en especial en China, el mayor comprador de autos eléctricos del mundo.
Volkswagen ha perdido market share en China no sólo con Tesla, sino también con los fabricantes locales, como BYD.
En los Estados Unidos, VW soporta la presión de los políticos de Estados Unidos como consecuencia del escándalo del Dieselgate que tiró por tierra la reputación de la marca.
Dieselgate de Volkwagen: el escándalo que cambió la marca
El escándalo de las emisiones de diésel de VW fue una de las mayores crisis corporativas de las últimas décadas.
La revelación de que el fabricante alemán había estado haciendo trampa en las pruebas de emisiones conmocionó al mundo y sacudió la confianza de millones de consumidores en la marca.
Todo se destapó en Estados Unidos, en 2015, cuando la Agencia de Protección Ambiental acusó a Volkswagen de usar software en sus vehículos diésel que les permitía hacer trampa en las pruebas de emisiones.
El software fue diseñado para detectar cuándo se estaba probando el automóvil y activar el sistema de control de emisiones, lo que reducía la cantidad de contaminantes emitidos.
Sin embargo, en condiciones normales de conducción, el sistema de control de emisiones se apagaba, lo que permitía que los automóviles emitieran hasta 40 veces más óxido de nitrógeno que el límite legal.
El escándalo fue descubierto por primera vez por investigadores de la Universidad de West Virginia, quienes encontraron discrepancias en las emisiones de los automóviles VW durante las pruebas en carretera.
Investigaciones posteriores revelaron que más de 11 millones de vehículos diésel en todo el mundo estaban equipados con el software “defeat device”.
El escándalo fue un duro golpe para la marca VW. La empresa se vio obligada a retirar millones de vehículos, pagar miles de millones en multas e indemnizaciones y enfrentar una ola de publicidad negativa.
La reputación de VW por su excelencia en ingeniería se dañó y las ventas de la marca se desplomaron en muchos mercados.
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