Ante la inminente aparición de los automóviles autónomos -o sin conductor-, tanto los científicos que desarrollan la tecnología como las compañías que lanzarán estos autos deberán responder a las interrogantes de sus potenciales consumidores, la mayoría de las cuales tienen que ver con seguridad y con ética.
Primero fue Google, pero otras marcas como Audi, Mercedes, Nissan o Toyota ya se encuentran desarrollando su propia tecnología para producir autos sin conductor. La llegada de los coches inteligentes ha sido planteada como una solución para reducir los accidentes automovilísticos y posiblemente también los embotellamientos.
Esto podría reducir también el gasto de los propietarios en seguros. De acuerdo con la aseguradora MetroMile, los coches autónomos podrían ahorrarle a los conductores hasta mil dólares al año en este rubro, dado que al remover el factor humano, estadísticamente disminuyen las probabilidades de accidentes. Aún así, los usuarios necesitarían asegurar los autos por la posibilidad de que sean robados o bandalizados.
Pero ¿En quién recaería la responsabilidad de un accidente? de acuerdo con la Asociación de Aseguradoras Británicas, actualmente muchos autos en el mundo ya cuentan con mecanismos que los hacen parcialmente autónomos, como el piloto automático. Pero en el momento en el que los autos no dependen en absoluto de la vigilancia humana será más difícil determinarlo.
La Universidad de Stanford también se ha preguntado en quién recae la responsabilidad cuando las cosas salen mal. El profesor Ken Shotts de la Escuela de Negocios de dicha institución plantea en el libro “El loco detrás de los autos o la moral de las máquinas” la problemática sobre cómo programar a un coche autónomo con un código ético que le permita tomar decisiones sobre las vidas de las personas. Se refiere a situaciones en las que normalmente un ser humano debe decidir si salvarse a sí mismo o al resto de los ocupantes del vehículo, o sobre si salvar a quienes vienen con él en el coche o atropellar a alguien. La reacción humana es normalmente la más egoísta.
Sin embargo, los seres humanos podríamos ser menos egoístas al decidir cómo programar estos vehículos.
Las determinaciones sobre estos temas alcanzan también proporciones legales, pues no existen precedentes sobre cómo actuar. De acuerdo con Shotts “es un tema difícil de tocar por parte de los fabricantes de autos, porque deben usar un lenguaje muy preciso por razones legales sobre qué vidas deben ser salvadas y cuáles no”.
Sólo el tiempo dirá cuánto tardarán las empresas fabricantes en pronunciarse sobre estas cuestiones, o si esperarán a que algo salga mal para señalar responsabilidades.