Por Camila González
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@GFCam
Si algo es cierto es que cada día estamos más conectados, aunque cada día estamos más solos. Sí, más solos que nunca. Más solos que antes. Más solos que cuando no podíamos “todo el tiempo” estar en comunicación con el otro. Todo tipo de comunicación, me refiero incluso al dating y al sexting. Nos enamoramos de fotos y de frases, de la buena o mala ortografía. Nos enamoramos del que no está, del que no sabemos a qué huele, pero se supone que nos enamoramos.
Y hasta hacemos el amor con videos, y palabras, y mucha imaginación por supuesto. Qué triste situación la de promocionarnos para el amor, ser elegidos (o no) por una foto y una leyenda, chatear con el otro creyendo en una química no sé que tan real, y dejar al chat el devenir de un encuentro que no siempre se da cara a cara.
El marketing del amor digital, incluso, ya tiene manuales y fórmulas y expertos consejeros. Uno de ellos afirmaba en un artículo que leí que: los hombres deben escribirle a las mujeres que conocen en línea antes de cumplirse 24 horas del match, es más efectivo pasar la plática a whatsapp que a Facebook, no resulta efectivo –o más bien es una vía casi directa al fracaso- escribir palabras como “hey” o frases graciosas en ese nuevo lenguaje patético como “ola ke ase”, no ser demasiado expresivos o coquetos ni bajar la luna en el primer o segundo chat, hay tener cuidado con las propuestas de sexo muy directas, etc.
De tal modo que la cosa de ligar por Internet no está fácil. Habría que matricularse en cursos y talleres para decir lo que los expertos consideran adecuado, en el momento justo, con las palabras más atractivas, además de que nuestras fotos sean las idóneas y la frecuencia con que respondemos el chat, además del grado de franqueza, sea la que debe ser… Total, está bien complicado. Nadie va a esperarnos en el chat mientras analizamos qué debemos hacer.
Y, la verdad, es que esta vida digital nos está estandarizando en demasía. Todos los procesos virtuales –si queremos tener éxito, perdón, ¿qué es éxito?- se rigen por normas, consejos y manuales. Ya se puede consultar al experto en dating para ver si resulta prudente hacer un chiste en el quinto chat o si se van a enamorar de uno con una foto así o asá.
Pues el éxito del ligue digital se define de muchas formas: algunos expertos lo basan en que la conversación en el chat sea como una partida de ping-pong y que el número de mensajes enviados debe ser igual al de los recibidos. Otros dicen que usar emoticonos en los mensajes es el camino más corto para llevar al otro a la cama. Y así, cualquier cantidad de mitos y conclusiones.
Que si quieres quedar como un intelectual amoroso o como un oso que busca sexo salvaje, que si vas a dejar la imagen de bufón o de un hombre al que le urge aprobación, que si ella va a decir que eres un estúpido o que te pareces al hombre con el que siempre soñó. Escribamos lo que se nos dé la gana, no estamos vendiendo ropa ni champús, si nos compran bien y si no, da mejor. Está bien elegir no ser productos sino personas.
Estoy harta del mundo digital y sus estúpidas fórmulas.
Buscar pareja o sexo es una actividad que no para de crecer en un mundo global e interconectado, pero ciertamente, en un mundo de eternos solitarios, y en el que cada vez más nos convertimos en objetos –sobre todo las mujeres, y perdón por el comentario de perspectiva de género para los que odian el tema-. Sí, cuando se cuelga una foto en Facebook o se postea o twitea un pensamiento filosófico profundo o uno banal y común, nos hacemos algún tipo de branding…
Y la verdad es que, al final, nos compran o no nos compran. Me refiero a cuando nos añaden, nos repostean, nos halagan las fotos, nos dan el esperado “like”, etc. Y, más aún, cuando nos elegimos unos a otros en portales dedicados a hacer vínculos, para relaciones duraderas o para “el rato”, como sea, al final da igual.
Leí el otro día que hoy la mitad de los solteros españoles buscan pareja en Internet, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), y no es poca cosa esta cifra. Seguro que es reflejo de lo que sucede en muchos países, o en la mayoría. Con los tiempos cambian las formas de hacer las cosas, así de simple, porque buscar el amor ha sido un imperativo humano de todos los tiempos.
Esta tendencia creciente también se comprueba con el hecho de que cada vez hay más y más redes y portales que vinculan gente: vinculan solteros, padres y madres potenciales, cachondos, parejas del mismo sexo y de distinto, casados que buscan “un aire” y personajes afines por una u otra razón. Millones buscan ser “comprados” para algo.
Además, la virtualidad tiene sus ventajas y sus desventajas. El anonimato evidentemente protege y nos permite ensayar a ser otros, sí, quizás a ser mejores o como queremos ser y no podemos… a mejorar el producto, ya saben. Se dice que muchos internautas se dan la oportunidad de ser otros cuando están en línea. Sin embargo, hay otro grupo que decide ser siempre como es.
No olvidemos que esta venta se espera se consolide con la entrega final en un encuentro cara a cara. Por eso la mentira puede volverse un arma de doble filo. Nuestro mejor perfil siempre será el de la foto de Facebook o de Twitter, al menos nuestra mejor publicidad. Por ahí leí que más de 50 por ciento de los navegantes de Internet declaran en línea superar el promedio de belleza física.
Pero bueno, expertos como Erich Witte, profesor de la Universidad de Hamburgo, han dicho que Internet puede facilitar el éxito al establecer una relación de pareja porque se pueden seleccionar los parámetros, así es que todo apunta a que ese será, al final, la principal vía para hacer contactos y relaciones personales. Lo grave, como les pasa a muchos, es que se puede quedar atrapado en el juego en línea, por su comodidad, y olvidarse de muchas de las relaciones reales.
Una mirada ciertamente positiva es la de Román Gubern, que escribió el libro El eros electrónico, y dice que la red ofrece ciertas ventajas para la comunicación sentimental. “Resulta ideal para los tímidos y los solitarios forzosos, como las personas que efectúan tareas nocturnas o viven en zonas despobladas. El anonimato estimula, además, la desinhibición social y la red permite así las relaciones entre extraños con más facilidad que las discotecas y los bares, en donde la mirada o la voz pueden flaquear. Es ideal para los tímidos e inseguros, además, cancela, por el anonimato de la comunicación, los efectos negativos del racismo étnico y de los racismos sociales de la fealdad, de la edad y de la enfermedad…”
¡Genial! Me encanta que haya estudiosos del tema del amor virtual. Otros dicen que este tipo de relaciones pueden ser más sinceras y abiertas que las convencionales. Ya sé, todo es relativo, pero llama la atención pensar en los factores que apoyan esa idea. Me hace acordarme de la película You´ve got mail (Tienes un e-mail), con Tom Hanks y Meg Ryan, sobre dos personas que se conocen por Internet y se enamoran a través de e-mails, pero no saben que en la vida real se odian…
Les recomiendo un libro que me encantó, sí sobre el amor a través del teclado, se llama Contra el viento del norte, de Daniel Glattauer… Es sensacional, todo el amor transcurre entre dos teclados que evidencian dos almas…
Por otro lado, y tenía que salir la nostalgia de Picapiedra, me da pesar que ya ni nos acordamos de las cartas manuscritas y las estampillas, y de que una carta en 1830 duraba de cinco a ocho meses en llegar de Inglaterra a India. Cinco a ocho meses…
Hoy la venta propia es más directa, acelerada y efectiva… o engañosa… ¿A dónde va a parar el marketing de pieles y corazones? ¿El de uno mismo, el de “me vendo, me vendo, soy la mejor opción”?