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Instituciones advierten del riesgo que las tecnológicas podrían suponer al mercado financiero global

  • Hay especialistas que aseguran que Libra es una contradicción de Facebook al mercado financiero y de las criptomonedas

  • Se espera que varias tecnológicas, entre ellas PayPal, Spotifgy y Uber, participen en el proyecto crypto de la red social

  • El BIS, por su parte, es considerado como el banco de los bancos centrales de varios países del mundo

Ya sea por proyectos sociales, vertientes de negocio o experimentación con nuevos servicios y dispositivos, las tecnológicas tienen una presencia inter-industria cada vez más fuerte. Amazon está considerando unirse al mercado de la seguridad. Google tiene significativas inversiones dentro del mercado inmobiliario. Spotify ha comenzado a desarrollar hardware inteligente para automóviles. Y Facebook, con Libra, está dispuesto a entrar de lleno al mundo de las finanzas.

Pero la nueva criptomoneda de Facebook no ha sido particularmente positiva para la industria. De acuerdo con Reuters, el Banco de Pagos Internacionales (BIS) ha mostrado preocupación ante la llegada de las tecnológicas al mercado financiero. La institución reafirmó que los gobiernos deben empezar a preparar respuestas regulatorias a las iniciativas de estas compañías dentro de la industria del dinero. Específicamente, en  temas de competitividad, privacidad de datos  y banca.

Asimismo, el BIS reafirmó que las acciones de las tecnológicas  deben ser revisadas a detalle. De acuerdo con la institución, iniciativas tecnológicas como Libra podrían “potencialmente vulnerar la estabilidad financiera”. Hyun Song Shin, presidente de investigación del Banco, recriminó al Grupo de los Siete (G7) por no asumir su liderazgo con respecto a estos temas. Reafirmó que la actividad financiera de estas marcas es un tema que debe ser atendido cuanto antes.

Desconfianza institucional a las tecnológicas

La preocupación del BIS ante la iniciativa de Libra es solo la última de una serie de ataques que varias tecnológicas han sufrido de parte de los gobiernos. A inicios del mes, dos agencias federales de Estados Unidos (EEUU) se le echaron encima a Google, Facebook, Amazon y Apple por temas de privacidad y competencia. Por su parte, Samsung, Microsoft y Huawei han  quedado atrapadas en el fuego cruzado entre la potencia norteamericana y su gran rival comercial, China.

Sin embargo, eso no significa que los temores de la BIS estén injustificados. Hay plenos ejemplos de innumerables compañías que, de forma recurrente, han mostrado una aparente incapacidad de llevar a cabo buenas prácticas. Este precedente de las tecnológicas, por sí solo, es suficiente para que algunos funcionarios públicos empiecen a considerar tomar acciones legales para limitar sus negocios. Pero el miedo es todavía más entendible dado el funcionamiento de las criptomonedas.

Todas las monedas virtuales basan su funcionamiento en la tecnología de las cadenas de bloques. En sistemas comunales, donde el público opera conjuntamente la red (como es el caso del Bitcoin), nadie puede alterar los resultados porque se necesita un control mayoritario del ecosistema. Pero si tecnológicas, gobiernos o instituciones tienen control centralizado del mismo, éstos líderes podrían teóricamente cambiar todos los registros a su antojo sin ningún rastro.

Claro, no significa que Facebook u otras tecnológicas vayan a alterar intencionalmente las cadenas de sus criptomonedas para algún fin siniestro. Sin embargo, dado el historial de estas marcas, un cambio desestabilizador por error o negligencia es una posibilidad aterradoramente plausible.

El peor escenario posible (para Facebook y compañía)

Se ha repetido en múltiples ocasiones que las tecnológicas deberían tratar de involucrarse en la conversación con las autoridades gubernamentales para influir en el escenario final. Sin embargo, los últimos acontecimientos parecen empezar a indicar que podría estarse haciendo muy tarde para eso. Amazon, Google, Facebook, Microsoft, Apple y otras marcas están subiendo con rapidez las apuestas, sin tener un éxito notorio en los temas donde han dañado más su reputación.

Así pues, se dibuja un panorama a futuro bastante negativo para las compañías. Así como sucedió con las políticas de datos en Europa (y como podría ocurrir dentro de unos meses con la Copyright Directive), es muy probable que las tecnológicas no tengan ni voz ni voto. La desconfianza de los reguladores, sumada a la presión de competidores convencionales y el disgusto del público puede impulsar a que se cierren políticas públicas sin el input de las corporaciones que serán afectadas.

Puede que, entonces, ocurran dos escenarios. El primero, que empiecen a establecerse estrictas reglas de operación para las tecnológicas. Éstas, a su vez, podrían significar grandes inversiones de parte de las empresas. Ya sea para remodelar o reconstruir sus flujos de trabajo y cumplir con los nuevos requisitos. Una segunda posibilidad es que se establezca una serie de principios legales generales poco definidos, que podría generar incertidumbre en la industria.

Opciones dentro del sector financiero

Hay varios caminos que las tecnológicas pueden seguir para calmar los ánimos que se caldean en su contra. En una primera instancia, parecería prudente tener un acercamiento a los Bancos Centrales. Estas instituciones tienen el interés de salvaguardar la estabilidad financiera a largo plazo de sus países. Así, un diálogo activo podría ser visto como una demostración de buena fe. Cuando menos, cuando empiecen a despegar sus proyectos.

Otra forma en la que se podrían aminorar temores sería a través de alianzas con compañías tradicionales del sector financiero. Estas empresas son todavía muy influyentes, tanto en la industria como en el panorama político. Para las tecnológicas, sería preferible tenerlas (a algunas) como aliadas. Sería más práctico que entrar en una guerra generalizada contra un sector establecido. Además, la alianza podría darles una posición ventajosa en sus ambiciones a futuro.

Finalmente, podrían simple y sencillamente esperar. El panorama es incierto. Ciertamente sería costoso empezar a actuar para un futuro del cual no se tiene completa claridad. Por otro lado, las tecnológicas que se adhieran a esta táctica podrían estar tomando una apuesta demasiado alta. Si todo sale a su favor, no habrían perdido nada. Pero también podrían terminar pagando un precio arriba de lo que les hubiera costado actuar con anticipación.

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