Mañana comienza el programa de celebraciones oficiales del Día de Muertos. Según datos de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México, anunciados ayer por su titular, Carlos Mackinlay Grohmann, se espera la visita de un millón 700 mil turistas y más de 300 medios de comunicación internacionales, con una derrama económica que asciende a 14 mil 900 millones de pesos.
Las tradiciones culturales y artísticas mexicanas son sin duda un atractivo mundial y forman parte de la imagen que nuestro país proyecta hacia el exterior. Además del Gobierno de la Ciudad de México y la secretaría de Turismo, es esencial el trabajo desarrollado por organismos como el Fondo Mixto de Promoción Turística de CDMX.
De los cuatro eventos programados este año, el primero de ellos es el Desfile y Concurso de Alebrijes Monumentales, iniciativa del Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, que se celebra el sábado 19 de octubre a las doce del mediodía e inicia su recorrido por el Centro Histórico en el Zócalo Capitalino, para concluir en la glorieta del Ángel de la Independencia.
Los Alebrijes ya casi cumplen un siglo de tradición y por ello debemos todos, sector público, privado y la ciudadanía, apoyar y fomentar su continuidad, tal y como lo hicieron grandes personajes, tan relevantes para la conservación del arte popular de nuestro país como Víctor Fosado, Judith Bronowski, José Antonio Gómez Rosas, Diego Rivera o Frida Kahlo.
No existe una definición única de Alebrije, pero es descrito como un ser fantástico compuesto de varios elementos imaginarios y oníricos, que se inspiran en la zoología del lugar. Toda figura está compuesta de dos o más animales e intervenida con colores acrílicos de gran luminosidad y brillo.
Más allá de lo teorizado, el Alebrije es una reproducción de lo que representa México. Un lugar lleno de colores, arte y creatividad. Una composición artística repleta de alegría y júbilo transmitidos por miles de artesanos, que dedican toda su vida a plasmar en obras únicas, las imágenes procedentes de su imaginación, inspiradas en los elementos de su entorno.
Esta figura artística va más allá de la artesanía, como demuestra el hecho de que ha traspasado fronteras y es conocido en el extranjero. Países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos, han exhibido o exhiben arte popular mexicano en sus museos y galerías.
Dependiendo de la región del país en la que nos encontremos, veremos estos seres fantásticos trabajados con diferentes técnicas. En el caso de la Ciudad de México, predomina la cartonería; mientras que, en Oaxaca, destaca la talla en madera de copal.
No podemos hablar de estos seres fantásticos sin mencionar a Pedro Linares, quien está en el origen del Alebrije. Artesano de La Merced, Pedro se especializó en el trabajo de la cartonería. Él hacía los diseños según las festividades. Para el 15 de septiembre hacía águilas, cascos para niños, espadas y otros elementos simbólicos de la independencia del país. Con motivo del Día de Muertos, elaboraba calaveras; en diciembre creaba piñatas y en Semana Santa hacía judas, para quemarlos el sábado de Gloria.
Debido a una enfermedad, tuvo que interrumpir su actividad artesanal, y durante el tiempo que pasó convaleciente e inconsciente, se le aparecieron figuras fantásticas y voces que le gritaban ¡Alebrije! ¡Alebrije! Cuando superó la enfermedad decidió elaborar una de esas figuras con la técnica de la cartonería.
Los hijos de Pedro siguieron con la tradición y aprendieron el oficio. Actualmente, entre los miembros del colectivo de artesanos MAXA LOK’ TEIK, que en lengua Tzeltal de Chiapas significa SEÑOR DE SUEÑOS, en honor a Pedro, lo integran los nietos del artista. Ya son tres generaciones de artistas, lo que hace de este colectivo uno de los más antiguos de la Ciudad de México.
El amor, pasión y creatividad de los artesanos mexicanos contribuye con el enriquecimiento del país y por eso es fundamental protegerlos y apoyarlos.