Ya pasaron dos semanas desde que finalmente terminó el bombardeo de spots políticos y la invasión en redes sociales de videos, tuits o comentarios. Lo único malo es que aún no dejamos de escuchar o leer acerca de todas “las trampas” a las que recurrieron los candidatos y los partidos, lo cual, por supuesto, no es nada nuevo. Lo realmente innovador es el uso de influencers 2.0 con el objetivo de avalar sus campañas. ¿Fue una estrategia certera?
Si bien, un influencer digital -también conocido como KOL (Key opinion leaders)- es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca, también, es fundamental que estos personajes compartan los valores de la empresa que van a representar.
El Partido Verde tuvo una brillante idea al recurrir a celebridades tanto del mundo del espectáculo como del deportivo para llegar a sus millones de seguidores. Lo cuestionable es que se acercara a personas que no creen en el instituto político y que aparentemente sólo contribuyeron por una causa monetaria. De acuerdo con investigaciones de la revista Proceso esos “influencers” fueron comprados desde abril de 2015 y en muchos casos se hizo en sintonía con el gobierno de Chiapas, encabezado por Manuel Velasco.
Dado lo anterior, la táctica del partido en lugar de ser aplaudible, deja un mal sabor de boca en el que los ciudadanos-usuarios- de redes sociales sólo podemos preguntarnos ¿qué tan baja es la credibilidad de los partidos políticos para tener que recurrir a tuits pagados? el resultado: publicidad disfrazada que cayó en el descaro.
Los tuits y entradas en apoyo al partido fueron tan evidentes (#MéxicoVerde #PonteDeVerde) que lejos de dar credibilidad al partido, pusieron en entredicho una reputación ya dañada por la incongruencia: cuántas veces no se ha escuchado casos de militantes del partido que tienen por mascota a animales en peligro de extinción, usan vehículos altamente contaminantes o apoyan actividades en contra de la naturaleza.
Si bien las personalidades son libres de comulgar con cualquier corriente política, en este caso fue evidente que no tenían puesta la camiseta ¿por qué prestarse a tuitear a cambio de dinero aun cuando su propia credibilidad está en juego? Es el caso, por ejemplo, del Piojo Herrera, quien en lugar de ganar simpatizantes, recibió comentarios tales como: ¿cuánto te pagaron?, vendido, ignorante y muchas otras expresiones de repudio.
Ante el revuelo por los malos comentarios y mentadas de madre, no se hicieron esperar los argumentos de personajes como Inés Sainz que se deslindaron de los programas pro-verde aludiendo a que el tuit publicado en su cuenta no había sido escrito por ella, sino por la agencia que hasta ese día mantenía su cuenta.
De acuerdo con Jean Duverger, comentarista de Fox Sports, sí hubo compras de tuits y hay quienes sí aceptaron entrarle al negocio y otros que dejan en entre dicho si les pagaron o no. En ambos casos, su credibilidad se vio inevitablemente afectada, pues pasaron de ser influencers a ser vistos como acarreados tecnológicos.
La lección que deja este caso, es no sólo ver a las personas famosas como una opción para ganar seguidores o hacer más visibles las marcas, ya que estos no siempre son los más adecuados. Los partidos políticos deben más bien identificar entre sus adeptos a líderes de opinión que estén dispuestos a dar voz a su campaña.
Además, la estrategia debe plantearse en los medios adecuados para transmitir los mensajes y si el personaje seleccionado tiene un buen nivel, no sólo de seguidores, sino de engagement; revisar a detalle las imágenes y contenidos que se utilizarán y lo más importantes es, que la campaña tenga continuidad y no sólo sean dos o tres tuits. El objetivo es tener una reputación sólida y para esto, se necesita crear las bases para alcanzarla. Un tuiteo de momento puede resultar contraproducente.