Las redes sociales han ganado un lugar clave en la comunicación política, especialmente para llegar a audiencias cada vez más expertas, segmentadas y descreídas. En ese contexto, los influencers se conviertieron en el canal más buscado para humanizar a los candidatos y hacer que sus mensajes sean más accesibles para los votantes.
Todo esto se da en un contexto en el que los medios tradicionales ya no poseen el monopolio de la información y la circulación de mensajes y donde además la notoriedad de los influencers hace tentadores los espacios para que los políticos dialoguen y se acerquen a esas audiencias jóvenes que consumen, opinan, comentan, replican, siguen, se forman e informan en las redes sociales.
Pero, ¿esto es nuevo? No. Antes los candidatos o partidos políticos buscaban y se apoyaban en celebridades para aumentar su visibilidad, credibilidad y popularidad, hoy buscan influencers para alcanzar a un público al que probablemente no llegarían de otro modo.
Los políticos, tradicionalmente, tenían que hacer frente a agudas entrevistas y cuestionamientos, si querían lograr tener espacio en los medios y llegar a los votantes. Hoy, con las redes sociales, eso ya no es condición sine qua non y resulta mucho más seguro gestionar apariciones en espacios “más controlados” con creadores de contenidos o influencers.
Ante dinámicas carentes de propuestas y electores descreídos de las figuras políticas y de la política, los influencers no tienen que lidiar con esa imagen negativa y se convierten en una vía rápida de decisión porque sus opiniones son referencia y los políticos de la era de la digitalidad lo saben.
Sin embargo, no se pueden obviar cuestiones claves como el efecto contraproducente que puede tener para un candidato o partido que el influencer esté envuelto en un escándalo o la polarización de opiniones que se da cuando el influencer sienta postura sobre temas de coyuntura socialmente sensibles.
Por eso, uno de los principales desafíos para la comunicación política, es comprender las lógicas de las plataformas sociales en transformación permanente y los nuevos modos en que producen y consumen esas audiencias a las que los candidatos o partidos buscan llegar. Porque basar un campaña política en la credibilidad y confianza que caracteriza a un influencer en pos de legitimar propuestas o desviar la atención de las carencias de un candidato es un error que nos puede costar muy caro a todos.