Hormiguitas. ¿Qué tipo de Hormiga serías? 1998, un momento en el que los dibujos animados dejaron de ser de uso exclusivo para los pequeños de la casa. Una ficción que describe si no fielmente el ecosistema de una Hormiga, de poco en poco nos sumerge en la historia y las aventuras de un personaje con alma humana.
Iniciar un proyecto con la hoja en blanco, y en esta plasmar la marca como primer objeto del proyecto y acompañarla de un slogan que la describa ha sido uno de los usos y costumbres que más se reflejan en los emprendimientos.
¿Qué tal si pensamos y actuamos en similitud a una de las formas del ensayo? En esta forma, una de las sugerencias en la técnica es la de iniciar con la conclusión, “el para qué”; en este colofón a modo de reversa planteamos algunos de los principales “cómos”, un desplazamiento hacia atrás que nos distrae de la ansiedad por nombrar y definir en anticipado.
Imaginemos en similitud con la historia de este hormiguero. Nacer anclados a una característica específica y definir desde el mismísimo origen de nuestras vidas nuestro destino profesional o de emprender.
En efecto y con un cierto estilo Aristotélico, el ADN nos otorga algunas cualidades intrínsecas para desenvolvernos, cosa que no podemos despreciar; sin embargo, a diferencia de los insectos en la ficción, vamos eligiendo en inconsciente el trayecto a recorrer.
Imaginemos nacer abuelos en nuestros proyectos, plantearnos desde esta expectativa iniciar desde el final y con esta experiencia intangible darnos la posibilidad al menos en el papel de inventar “cada cómo y cada qué”, respecto de ese final que vamos abandonando y corrigiendo a través de una ruta crítica en la cual, ya tropezamos, recaímos, y nos levantamos cada vez con más energía acercándonos a la madurez y de ahí a la juventud del proyecto.
En el relato “El Curioso Caso de Benjamin Button”, del escritor F. Scott Fitzgerald, publicado en 1922 y llevado al cine en 2008 por el director David Fincher, se construye la vida de un personaje que precisamente nace siendo abuelo. Tal vez, el romántico eje en el que se envuelve este relato va marginando los hechos colaterales del caso Buttom.
La deconstrucción del personaje es un ejemplo del ideal que se busca o debería buscarse en los emprendimientos. Las bolas de cristal y el anhelo de contar con una; un invaluable objeto que nos ayude a convertir el ideal en una realidad por supuesto dista mucho de ser posible.
Nuestro algoritmo que a veces se deshumaniza con la intrusión de herramientas como la Inteligencia Artificial y las Tecnologías de Información, configura a la vista una de estas bolas de cristal que todo lo ven y todo lo saben.
Apelar en cada decisión que tomamos respecto de una idea de emprender, a ese fin último desde la perspectiva del humano que somos y hemos sido, no es más que apelar a lo único verdadero en nuestros clientes y equipo de trabajo. Tratar de imaginar el fin último de lo que se pretende, es tan solo sujetarse a nuestra humanidad y Ética a la cual inherentemente pertenecemos.