Modestia aparte, mi madre es la mejor escultora del mundo. Su honorable labor comenzó desde el momento preciso en que buscó la materia prima idónea para su obra de arte. Joven e inexperta caminó de la mano hasta el altar con el que sería el “mejor candidato para el padre de sus hijos” con la ilusión de formar un hogar.
Anhelosa comenzó a labrar una hermosa escultura. Femenina, sensible, detallista, así fue su labor y éste es el resultado: una mujer que detrás de éste cúmulo de sentimientos se abre paso en el mundo con la fuerza y tenacidad con la que fue educada, una mujer que hoy escribe estas líneas para decir: Gracias mamá.
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