La candidata demócrata Hillary Clinton rechazó reunirse con el presidente de México a días de que este se reunió con el candidato republicano, Donald Trump.
El hecho toma relevancia porque ocurre cuando en un día en que Clinton retomó la comunicación directa con los corresponsales de prensa que cubren su campaña.
La aspirante aseguró al programa Good Morning America que se dedicaría a su campaña al aludir que se enfocaría en “asegurar que los estadounidenses tengan mejores oportunidades posibles en el futuro”.
La decisión dada a conocer por la demócrata ocurrió a días de que Trump visitó México en donde llevó una breve conferencia de prensa, en la que reafirmó que se actualizaría el Tratado de Libre Comercio y se construiría una barda en la frontera con el norte de México.
Anteriormente el gobierno mexicano extendió una invitación a ambos candidatos, en un hecho que ha generado diversas críticas tanto en redes sociales como en medios web, donde articulistas han criticado la decisión tomada por le gobierno federal de haber incluido en esta invitación al candidato republicano.
El rechazo anunciado por Clinton es una estrategia de mercadotecnia política en la que parece apostar por la imagen de trabajo, percepción clave en las campañas donde el candidato logra adeptos con una agenda llena de actividades y que al final del día se convierten en un interesante resumen que sirve a favor de sus campañas.
Ante este escenario resulta interesante observar la diferencia entre la mercadotecnia gubernamental y la mercadotecnia política.
En este caso, la primera buscó generar comunicación con un candidato republicano ante la posibilidad de que este logre la presidencia de Estados Unidos.
En el segundo se puede observar cómo la mercadotecnia política llevó a la candidata a buscar generar la percepción de una imagen de trabajo, por lo que acudir a una cita fuera de Estados Unidos, la distraería de su trabajo como candidata. ¿En qué estrategia se tuvo el mejor resultado?