Buenos Aires, Argentina.- La ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, fue víctima de un ataque virtual a su cuenta oficial de Twitter, en donde un hacker escribió mensajes, agravios y hasta dijo que renunciaba a su cargo.
“Hago oficial mi renuncia como ministra de seguridad“. Ése fue el primer tuit de la tarde del jueves que publicó la cuenta de Patricia Bullrich y que desconcertó a todos. ¿Cómo? ¿Renuncia? Incluso hasta otros funcionarios le pidieron que “no abandonara” el gobierno y le pedían “fuerza” para continuar.
El misterio se develó poco después, cuando se advirtió que la cuenta estaba en manos de un hacker. “Macri Gato”, “Hacé una bien y dejale el puesto a alguien que tenga huevos u ovarios para tomar medidas drásticas si es necesario”, son algunos de los agravios que siguieron y que terminaron por evidenciar que la ministra ya no estaba al comando de su cuenta de Twitter.
Mientras ocurría el hackeo, Patricia Bullrich participaba con el presidente Mauricio Macri de un acto con integrantes de las Fuerzas de Seguridad. Se informó luego que interviene la División Delitos Informáticos de la Policía Federal para encontrar a los atacantes.
Seguridad informática
Más allá de la infinidad de memes que generó el hackeo, preocupa el nivel de seguridad que tienen los gobiernos (éste y los de cualquier parte del mundo) para resguardar los datos que manejan. El análisis es simple, si es tan sencillo tomar el control de una cuenta de la máxima autoridad en Seguridad de la Argentina, qué se puede esperar con los datos de las personas.
Otro tema que no pasó desapercibido es que el nuevo gobierno argentino ha venido promoviendo desde 2016 el denominado voto electrónico. Esto significa, dejar atrás las boletas impresas para darle paso a los ordenadores a la hora de sufragar.
Las críticas a la iniciativa, que quedó estancada en el Congreso en diciembre pasado, apuntan a que el pueblo pierde el control de la votación y a que en muchos países (como Alemania) se decidió volver al papel porque el voto electrónico no da la certeza sobre su inviolabilidad.
El análisis ahora es el mismo: cómo se podría confiar en que el voto electrónico sea seguro si a la ministra de Seguridad le hackean la cuenta de Twitter de una manera tan burda.