Admiro a quien tiene la capacidad de mantenerse objetivo, equilibrado y moderado ante este ambiente tan polarizado en redes sociales, contenido digital y medios de comunicación en general, y la guerra de Ucrania es un buen ejemplo de todo esto.
Lo que estamos viendo, lo que vamos a ver y lo que veremos a continuación, es una guerra de narrativas, entre dos bandos: Los globalistas y los nacionalistas. Dos formas muy polarizadas de pensar que luchan por imponer su filosofía y sus intereses en esta era posmoderna, a través de sus medios aliados de comunicación y conectores humanos y canales que difunden y difundimos sus mensajes de forma consciente o inconsciente.
¿Quiénes son los globalistas? Ahora mismo voy para allá. Quizá estén ahora mismo perdiendo la batalla de narrativas a nivel mundial; me refiero a esa información que corre por medio de guerrilla urbana, en el bajo mundo, en lo subversivo, en la guerra de guerrillas, porque fueron el stablishment durante el siglo 20.
Son los tradicionales petroleros, Estados Unidos y sus aliados. Algunos los llamarían los neoliberales, los del libre mercado, los Chicago Boys. Son los líderes mundiales, políticos, empresarios o medios de comunicación que piensan que una cohesión mundial como emblema será mucho más sólida y fuerte que estar aislados, que el aislamiento genera muerte y hambre.
Son la ONU, la OTAN, la Unión Europea; son los pensadores de un mundo global, con sus marcas globales y mundiales que uniforman a todos, con sus colores iguales.
Del otro lado están los “otros”, los contrincantes, los que no fueron alineados. Quizá los que están ganando en la narrativa no oficial, en los medios negacionistas, complotistas y los contraculturales que, por el momento, con sus acciones están perdiendo la narrativa en la guerra en Ucrania: Los nacionalistas.
Esos que se quieren despegar de la etiqueta universal y global, que gritan “somos únicos, irrepetibles y no iguales a nadie”. Los del comercio justo, desequilibrado, que quieren lavar las injusticias del libre mercado.
Los que no son iguales a nadie, que claman por naciones únicas con soberanía independiente, sin quebrarse, herederos de un comunismo posmoderno que se emborrachó en un banquete posmoderno.
Esos que usan la fuerza popular para cambiar las leyes y ser mucho más duros que los duros, en los que el nacionalismo lleva a más radicalismos y todo lo que termine en ISMO.
Y nosotros aquí, tú y yo, de espectadores, sólo mirando, consumiendo millones de contenido de ambas partes, sin saber qué bando tomar. Confundidos, sin bando, gastando nuestro último centavo digital.
Los que más perdemos somos nosotros sin saber quién fue el que inició esta guerra destructiva de narrativas.