Cada año, la consultora Henley & Partners publica el Henley Passport Index, un ranking que evalúa la “potencia” de los pasaportes a nivel global, basándose en el número de países que los titulares pueden visitar sin la necesidad de solicitar una visa.

En América Latina, el pasaporte chileno se destaca como el más potente, permitiendo a los ciudadanos acceder sin visa a 176 países. Esta posición coloca a Chile en el puesto 16 a nivel mundial, destacándose como un líder en movilidad internacional en la región. Argentina le sigue de cerca con 172 destinos accesibles, ocupando el segundo lugar en América Latina y el puesto 18 a nivel global. Mientras que, Brasil cierra el podio con 171 países, lo que coloca a sus ciudadanos en una posición envidiable en términos de viajes sin restricciones.

Sin embargo, no todos los países latinoamericanos gozan de la misma flexibilidad. En el otro extremo del espectro, los pasaportes de Haití, Cuba y la República Dominicana son los menos poderosos de la región. Es Haití quien lidera este triste ranking con acceso sin visa solo a 53 países, seguido por Cuba con 62 destinos y la República Dominicana con 75. Estos datos evidencian la desigualdad en las oportunidades de movilidad que enfrentan muchos ciudadanos de la región.

Mientras que, México se encuentra detrás de estos países con la oportunidad de ingresar a 159 destinos.

Más allá de la simple cuestión de viajar, la “potencia” de un pasaporte tiene implicaciones directas en la economía y el bienestar de un país. Los pasaportes más poderosos no solo permiten a los ciudadanos disfrutar de una mayor libertad de movimiento, sino que también abren puertas a oportunidades laborales, educativas y de negocios internacionales. La facilidad para acceder a otros países sin complicaciones visa puede mejorar el acceso a mercados globales, estimular el turismo y potenciar las relaciones comerciales.

Por el contrario, los países con pasaportes menos poderosos enfrentan una movilidad limitada que puede generar barreras para el desarrollo económico y social. Estas restricciones de viaje pueden afectar las oportunidades de empleo, la colaboración internacional en ciencia y tecnología, e incluso el bienestar de los ciudadanos que enfrentan obstáculos para estudiar o trabajar fuera de sus fronteras.

Esta disparidad en la movilidad refleja no solo la política exterior de cada nación, sino también su lugar en el tablero global de cooperación y comercio internacional.

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