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Los efectos de la inflación no solo afectan la economía global, sino que también tienen un impacto directo en los hogares de la región, especialmente en aquellos de clase media y baja. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), los países latinoamericanos enfrentan un aumento sostenido en los precios de los productos alimenticios, lo que genera un panorama complicado para los consumidores.
Y es que, el aumento de los precios de los alimentos ha llevado a que muchas familias en la región modifiquen sus hábitos de consumo. En muchos hogares, el presupuesto destinado a la compra de alimentos se ha visto reducido, lo que ha obligado a los consumidores a optar por productos más baratos y de menor calidad. Esto, a su vez, afecta la nutrición y el bienestar de las personas, creando un círculo vicioso de pobreza y malnutrición.
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Argentina se posicionó como el país con la inflación interanual más alta en América Latina en 2024, alcanzando un impactante 201,4% en los precios de los alimentos, comparado con el mismo mes de 2023. Este incremento extraordinario resalta las tensiones económicas internas, en un contexto marcado por la inestabilidad financiera y las políticas monetarias de ajuste. Le sigue Haití, con un aumento del 38,1%, reflejando también un panorama desafiante en su economía, aunque en menor escala. En contraste, los países con la menor inflación anualizada de alimentos en la misma fecha incluyen a Perú (-1,36%), Ecuador (-0,86%) y Costa Rica (0,06%), lo que sugiere una relativa estabilidad en sus mercados alimentarios.
Es crucial destacar que la inflación alimentaria no afecta a todos los sectores de la población por igual. Las estadísticas indican que los grupos más vulnerables, en particular los hogares de menores ingresos, experimentan un impacto desproporcionado. Esto se debe a que estos hogares dedican una mayor proporción de su presupuesto a la adquisición de alimentos básicos, lo que hace que las alzas en los precios de los productos alimenticios sean mucho más gravosas para ellos. En términos macroeconómicos, este fenómeno perpetúa la desigualdad social y económica, exacerbando las brechas de acceso a una alimentación adecuada y afectando directamente la seguridad alimentaria de las poblaciones más pobres.
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