Cada mañana, millones de personas se levantan con la misma rutina: café en mano, listas de pendientes interminables y la sensación de que el día no tiene suficientes horas. Sin embargo, detrás de la productividad constante y la incesante búsqueda de resultados, el estrés laboral ha encontrado terreno fértil para instalarse silenciosamente en las vidas de los trabajadores.
Este tipo de estrés no siempre se manifiesta con grandes señales. A menudo se camufla en pequeños malestares: cansancio persistente, dificultad para concentrarse o un humor irritable que aparece sin razón aparente. Pero la acumulación de estas sensaciones puede llevar a consecuencias más graves, desde trastornos del sueño hasta problemas de salud mental más profundos, como la ansiedad o la depresión.
La presión por cumplir metas cada vez más ambiciosas, la falta de desconexión entre la vida profesional y la personal, y el miedo constante a no estar a la altura han redefinido la relación de los empleados con sus trabajos. Las nuevas dinámicas laborales, con jornadas extensas, correos fuera de horario y reuniones interminables, amplifican esta carga invisible.
Aunque se habla cada vez más de salud mental en las empresas, aún existe una barrera silenciosa: el estigma. Admitir que se está al borde del agotamiento todavía se percibe como una debilidad en muchos entornos. Esto obliga a los empleados a continuar sonriendo mientras sienten que llevan el peso del mundo sobre los hombros.
En ese sentido, el “State of the Global Workplace 2024 Report” de Gallup reveló que los empleados en todo el mundo enfrentan altos niveles de estrés, baja motivación y tensiones crecientes con sus superiores. El estudio, que abarcó más de 160 países, destaca que el 41% de los trabajadores encuestados en 2023 experimentó un nivel significativo de estrés laboral el día anterior, aunque esta cifra representa una leve mejora de tres puntos porcentuales respecto al año anterior.
Si bien el informe no identifica con precisión las causas del estrés, sugiere que factores internos, como las propias demandas del trabajo y la falta de compromiso, junto con factores externos, como la inflación, podrían estar incrementando esta presión.
El impacto del estrés varía según la región. Los trabajadores de Medio Oriente y África del Norte registraron los niveles más altos (52%), mientras que en América Latina y el Caribe (44%) y Europa (37%) los niveles fueron menores. Además, los más afectados a nivel mundial son los jóvenes menores de 35 años y quienes trabajan de forma remota o en esquemas híbridos.