
Los medios tradicionales que abarcan a la radio, los periódicos y la televisión, han sido pilares históricos del periodismo, aunque han visto cómo su papel de actores dominantes en la distribución de noticias se ha erosionado por la rapidez y accesibilidad de las plataformas digitales. Los usuarios ahora tienen acceso a información de una variedad de fuentes, muchas veces sin una curaduría editorial tradicional, lo que lleva a cuestionar la objetividad, veracidad y calidad de lo que se consume.
Un fenómeno creciente es la desconfianza en los medios tradicionales, un tema que ha sido objeto de diversas investigaciones a nivel global. De acuerdo con la macroencuesta Statista Consumer Insights, la percepción de los medios de comunicación en distintas partes del mundo revela cifras alarmantes sobre el escepticismo de la audiencia.
Según los datos más recientes de la encuesta, en Francia, el 20% de los encuestados afirmó no confiar en los medios de comunicación convencionales. Esta cifra es igualmente elevada en España, con un 19%. Por otro lado, Italia presenta un panorama algo más positivo, con solo un 15% de desconfianza. Lo más sorprendente se encuentra en Japón, donde apenas un 7% de la población muestra escepticismo hacia los medios tradicionales, lo que refleja un nivel notablemente superior de confianza en las instituciones informativas.
Aunque las razones detrás de este escepticismo varían según el contexto cultural, político y social de cada país, se puede identificar una tendencia global de desconfianza creciente, especialmente en naciones con un alto grado de acceso a internet y redes sociales. El auge de la desinformación y las noticias falsas ha contribuido de manera significativa a esta crisis de confianza. A pesar de los esfuerzos por parte de los medios tradicionales para adaptarse a las nuevas tecnologías, la fragmentación de la audiencia y la proliferación de plataformas no verificadas han generado una crisis de legitimidad.
Sin embargo, más allá de la desconfianza palpable hacia los medios tradicionales, también se puede argumentar que este escepticismo podría ser un reflejo del nuevo panorama informativo. En lugar de ver la desconfianza como un signo de debilidad de los medios, podría considerarse como una manifestación de un público más crítico, consciente y exigente con la calidad de la información que consume.
La pluralidad informativa, alimentada por la variedad de fuentes disponibles en la era digital, permite a los usuarios acceder a un abanico más amplio de perspectivas.
Y es que, la propagación intencionada de información engañosa, sesgada o manipulada, conocida como desinformación, se ha convertido en un desafío diario en América Latina, según el informe “Fake news – Desinformación en Chile y LatAm” elaborado por las empresas de estudios de mercado Activa y la Worldwide Independent Network of Market Research.
De hecho, la televisión encabeza la lista, siendo señalada por el 79 por ciento de los encuestados como responsable de la propagación de información engañosa. Los noticieros locales también son mencionados por el 75 por ciento como agentes responsables de la diseminación de información falsa. Asimismo, el 74 por ciento identifica a los periodistas como contribuyentes a la divulgación de información manipulada.
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