La inteligencia artificial evoluciona día a día y transforma el relacionamiento entre las personas y la interacción entre los objetos. En los 90s fuimos testigo del nacimiento del ICQ que nos permitió tener comunicación en tiempo real a distancia por medio de texto con personas en otros lugares, evolucionando después con el intercambio de archivos.
Las salas de chat nacieron por aquella época, donde los romances a distancia se fortalecían por medio de la espera de ver a la persona en línea y leer sus narrativas del día, aquellos que tenían dificultades para el relacionamiento face to face ya sea por falta de tiempo o por barreras de cercanía o contacto, elaboraban fantasías de deseo proveniente desde el inconsciente por la aceptación del otro, encontraron en estas salas a los amores virtuales, algunos de ellos consolidándose y otros terminaron derrumbados al momento del primer encuentro.
Cambiamos de la espera de llegar a casa y recibir la llamada de la persona querida, quizás en escucharle en un mensaje de voz que había dejado en la grabadora de mensajes, a la angustia de recibir una respuesta en tiempo real por WhatsApp, e incluso con ideas obsesivas del por qué no nos responden cuando queremos.
En el tema de las redes sociales, migramos de la popularidad del Hi5 al Facebook donde podemos compartir más allá de una imagen. Hoy en las aplicaciones de social media revelamos nuestras más profundas fantasías. Los Psicólogos y Psicoanalistas observamos con la sublimación de nuestro voyerismo, la necesidad de algunas personas de existir con base en la cantidad de likes que recibe su selfie, si tienen un número considerables de “me gusta” y logran una cierta difusión, sube su autoestima, de lo contrario, puede llegar a afectar su seguridad.
Con los filtros de las apps buscamos disminuir lo que consideramos defectos con tal de agradar al otro, inconscientemente buscamos la aprobación, buscamos el existir en el mundo digital, que en muchas ocasiones sobrepasa al mundo real, viéndose afectado el sentido de realidad y de la identidad propia.
Ahora la tecnología nos está facilitando un asistente que por medio de nuestra voz pueda reproducir música, buscar información y controlar la casa. Sin duda pueden ser grandes facilitadores de la vida diaria, pero quizás también, estemos satisfaciendo una necesidad inconsciente de ser escuchados en un mundo donde la relación entre las personas ha disminuido a tal grado que es más importante el tercero en la relación (el celular) que la persona que tenemos frente a nosotros.
Desde el momento que decidimos estar en la internet, aceptamos el abrir nuestra vida al mundo, por tanto, al momento de adquirir un dispositivo de asistencia de voz en casa estamos aceptando incluir un tercero, el cual está permanentemente registrando nuestros patrones de voz, quizás en nuestro interior estemos buscando alguien que nos escuche y nos acepte nuestros comandos y expresiones verbales sin objetarlos ni cuestionarlos, así que no está demás preguntarnos, ¿cuál es el motivador de tener nuestra vida digitalizada?, ¿es moda?, ¿es llenar vacíos interiores?, ¿es ser aceptado por el otro?, o solo es un deseo auténtico de facilitarnos la vida.