Por Camila González
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@GFCam
En medio de tendencias, posturas y nuevos modos de asumir esta existencia, muchas veces radicales, una cultura urbana que me llama particularmente la atención es el freeganismo. Sobre todo porque no es una alternativa únicamente de jóvenes hippies decepcionados del sistema económico, como sucedió tras la revolución industrial, sino que hoy se están convertido en freeganos, todo tipo de personajes que no aguantan más el aplastante poder del dios dinero.
Se trata de optar por ser libres del consumo y vivir de la forma más simple posible. Sorprende que se calcule que hoy hay más de un millón de freeganos en el mundo, especialmente en Reino Unido, Alemania, España, Estonia, Argentina, Brasil, y claro, Estados Unidos. La cosa es que estos activistas anti-globalización y ecologistas se alimentan de comida que se desecha en perfecto estado.
Sí, por eso los llaman muchos los “come basura”. No solamente rebuscan de los basureros o hacen alianzas con tiendas y restaurantes para que les compartan lo que van a tirar, otras opciones son cultivar, intercambiar por trabajo o recolectar frutos silvestres de los árboles. Lo que ha empujado a estos convencidos del anti-consumo son las cifras, súper alarmantes: Estados Unidos tira al año cerca de 42 millones de toneladas de comida que, al parecer, alcanzaría para que toda la población del mundo comiera tres días. Y los números en la Unión Europea no se quedan atrás…
Además, la freeconomía trasciende el asunto de la comida; se trata también de recuperar objetos de los desechos y de producir la menor cantidad de basura y contaminación posible. En pocas palabras, de no costarle al planeta. Por eso requiere de tres conceptos clave: toolshare, landshare y skillshare. Tal cual, para sobrevivir en este nuevo mundo sin dinero, es necesario compartir herramientas, habilidades y espacios.
Si les llama la atención saber más, les recomiendo las historias de dos precursores freeganos: el inglés Mark Boyle, un ejecutivo de mundo corporativo que usaba ropa de marca, y la alemana Heidemarie Schwermer. Historias fascinantes.
Es que los fanatismos terminan por asfixiarnos. Al menos a una parte de los fanáticos. Sólo se me viene una palabra a la cabeza: freegitales. Sí, esos que se van agotando de la dictadura de los teclados y la conectividad, y se hacen libres de redes y cargadores.
Creo que pronto seré fundadora de ese movimiento, si es que no existe ya.
¿Cómo ven?