Durante cuarenta y seis años Sudáfrica tuvo un régimen de discriminación racial llamado el “apartheid” que significa, en afrikáans, separación y tuvo una vigencia hasta 1992. El significado de dicho concepto era una clasificación racial de acuerdo a la apariencia, la aceptación social o la ascendencia.
En una palabra, el sistema político en Sudáfrica otorgaba privilegios a la minoría blanca y discriminaba a la población negra que tenía menos beneficios.
Muchos países dieron la espalda a Sudáfrica a causa de sus leyes racistas y la Organización de las Naciones Unidas presionaban con fuerza a través de bloqueos del orden económico e incluso se les vetó para que no pudieran participar en los Juegos Olímpicos.
En ese contexto es que surge la imponente figura de Nelson Mandela que apoyó la resistencia pacífica para abolir el apartheid, acciones que al convertirse en violencia, le llevaron a ser juzgado y condenado a cadena perpetua.
Gracias a la presión internacional y a la voluntad del presidente Sudafricano, Frederik De Klerk, Nelson Mandela fue liberado en 1990 y suprimió la separación en 1991.
Nuestro análisis de esta semana va dirigido a resaltar la voluntad política de Frederik quien a decir del propio Mandela, ¨Tuvo el coraje de admitir la terrible equivocación que se había cometido en su país poniendo fin a la discriminación racial y abriéndose al mundo como una nación unida en la paz¨.
El personaje en cuestión, fallecido esta semana, es uno de los pocos miembros del club de líderes ( grupo de políticos sensatos), que aún y por encima de sus intereses personales y de partido, identifican lo que resulta mejor para su país y se ponen a operar lo que sea necesario.
Todavía resuena en el espectro político internacional, la frase de De Klerk que resume la columna en esta ocasión: ¨Aquí estamos. Somos oponentes políticos, tenemos fuertes desacuerdos en muchas cuestiones clave y pronto lucharemos en una dura campaña electoral, pero lo haremos, creo en el marco de la paz que ya ha sido establecido.¨
Para recordar este enorme gesto de Frederik De Klerk, el último presidente del apartheid, y de Nelson Mandela, un reconocido luchador social, después presidente, los responsables de otorgar el premio Nobel de la Paz les otorgaron en 1993, este galardón, mismo que queda para el juicio de la historia.
Lo anterior es una muestra de que el cabildeo funciona cuando la voluntad política se coloca de inicio sobre la mesa de las negociaciones.
Nos encontraremos más adelante.